15 de noviembre de 2016

¡Gitana!

Por Fabiola Martínez Díaz

Leningrado era una ciudad impactante y hermosa, su belleza sobresalía a pesar de todo el hielo, la nieve y el intenso frío. El día de mi regreso a Kiev ocupé la mayor parte del tiempo en conocer algo de lo mucho que ofrecía la ciudad. No sin antes resolver la compra de mi boleto de tren, esta vez regresaría en primera clase y debía asegurar un lugar.

Recuerdo haber ensayado con las soviéticas, amigas de Martha, la entonación y pronunciación de las frases obligadas que usaría para mi compra. Usé el transporte público para ir a la estación; pero antes, con el pretexto de tener qué comer para guardar calor, pasé a comprar unas golosinas a un магазин (tienda) cercano; me sorprendió mucho ver la cantidad y calidad de opciones para comer y beber.

Mi sociólogo interior me detuvo a observar con más detalle lo que sucedía en ese магазин, pero francamente no podía explicarme la causa de tanto contraste... Creo que por eso quise pensar que una mejora tan radical tenía que ver con la cercanía de Leningrado a Finlandia.

Con gran seguridad en la apariencia, pero con mucho miedo en mi interior llegué a la ventanilla de la estación del tren y realicé mi compra con éxito; pero el miedo y el nerviosismo me llevaron a cometer el error de alejarme rápido de la ventanilla. Había caminado unos veinte pasos cuando una señora de limpieza me hizo señas para volteara. Desde la ventanilla la vendedora me llamaba con visible enfado.

-¡Цыганка иди сюда! (¡Gitana, ven acá!) 

Con paso firme pero con la sensación de tener las piernas temblorosas regresé, honestamente no recuerdo cuál fue la causa por la que me la mujer me hizo regresar, lo que tengo gravado es el rostro de molestia contenida, ¿o quizás era odio?...

Como en ese momento no conocía el significado de la palabra Цыганка (tsiganka), no hice caso a la relevancia de todo el contexto. Simplemente me apuré a regresar a territorio conocido.

Ya conversando con Martha y sus compañeras de habitación el rostro de las chicas oscilaba entre la sorpresa y asombro. Resulta que la vendedora de boletos pensó que yo era una gitana y por eso no pudo evitar tratarme mal, pero no de manera tan abierta.

Yo estaba sorprendida porque las únicas gitanas que conocía eran las mujeres de la caravana que llegaba a mi pueblo cuando era niña. Mujeres con faldas largas y coloridas que se ganaban la vida leyendo el destino en la palma de las manos. Según yo, mi aspecto no tenía nada que ver con el de ellas, sobre todo por la forma de mis ojos.

Las soviéticas me explicaron, a grandes rasgos, que los gitanos no eran personas bien recibidas por el resto de la población, en general se trataba de gente que disgustaba a la mayoría. Fue entonces cuando el episodio que viví en la estación de tren tomó sentido. La forma en que la mujer de la limpieza me vio y dio por hecho que yo era aquella gitana a la que llamaban; el malestar y rechazo que percibí por la vendedora... Justo allí empecé a conocer la situación social y cultural que vivían los gitanos de Europa del Este. Discriminación, desigualdad en el acceso a las mismas oportunidades, marginación.

Desde entonces y hasta el final de mi estancia la URSS, conocí diversas versiones históricas con las que se justificaba el rechazo e intolerancia hacia los gitanos. Nunca tuve ni busqué la oportunidad para saber si los argumentos estaban justificados. Lo único que sé es que traté de disfrazar mi origen mexicano y latinoamericano, pero ello no me salvó de ser discriminada, otra vez.

¡Qué curiosa es la vida!, después de la charla mis temores disminuyeron al pensar que haría el viaje tranquila porque no me identificarían como estudiante extranjera que salió a otra ciudad sin visa; pasaría por gitana, aparentemente con los mismos derechos que el resto de los soviéticos.

Ya a salvo, las muchas horas de camino me ayudaron a reflexionar cada momento de mi reveladora vivencia. Analicé todas y cada una de mis experiencias desde que viajé por primera vez a la URSS en 1985, fue así como me percaté del organigrama del racismo.

Europeos occidentales, canadienses y estadounidenses mirando de soslayo a los habitantes de Europa del Este, que si bien eran blancos, la estatura del adulto mayor promedio de entonces, los pómulos salientes y el ligero toque rasgado de sus ojos no formaba parte del fenotipo ideal de la "supremacía blanca". Finalmente blanco es blanco, así que ya todos aprendieron a tolerarse como una familia disfuncional con un par de parientes incómodos.

El resto de la gente del mundo entrábamos en diferentes niveles de inferioridad, de todos nosotros, de la inmensa mayoría del mundo, creo que los africanos han sido y siguen siendo los más discriminados. En América Latina cada país se cuenta la historia con la que pretende justificar el por qué es mejor que los demás y, por si esto fuera poco, todavía lidiamos con la discriminación racial presente en gran número de las escuelas y familias mexicanas.

Como autora de libros de la asignatura llamada Formación Cívica y Ética, donde los temas de reconocimiento y respeto a la diversidad son fundamentales, ha llamado mi atención los resultados de la elección del presidente número 45 de los Estados Unidos. Desde mi perspectiva, la sorpresa no radica en que perdiera la señora Hillary Clinton, o que ganara el señor Donald Trump, la sorpresa radica en haber corroborado que, tratándose de temas como racismo, tolerancia y respeto a la diversidad sexual y religiosa, el avance de la humanidad ha estado motivado no por convicción, sino la por coerción impuesta por las leyes o por lo "políticamente correcto".

En otras palabras, Donald Trump, en su campaña, ganó al lograr despertar y sacar del clóset al pequeño Trump que millones y millones de personas llevan dentro.

1 comentario:

  1. Desgraciadamente, Fabiola, a los romaníes no sólo se les discrimina en la Europa del Este, también en la Europa central y en la Europa occidental. Claro, no a todos los gitanos. Aquí en Hungría tenemos varios grupos de ellos, diferenciados lingüísticamente. Entre ellos hay una élite, capas medias y los más desafortunados. Es un tema muy amplio y complicado.

    Tony Lilón

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