Por Fabiola Martínez
Un día de invierno, Martha y yo nos sentimos animadas a salir y disfrutar de la vida cultural que nos ofrecía Jarkov. Teníamos varias opciones, cine, teatro, danza, caminata, museos... Pero optamos por la versión "snob" y decidimos ir a la ópera, además, no era una ópera cualquiera, era alguna de las tantas obras de Giuseppe Verdi, interpretada en Ucraniano.
Compramos boletos y nos sentamos. Calculo haber estado unos diez minutos dentro del teatro viendo la obra cuando Martha y yo nos miramos y decidimos salir. Lo que hicimos fue una burrada, de principio a fin, y no por causa de la obra, sino por el motivo que nos llevó a ella: "hacernos sentir en importantes umbrales de la alta cultura", ¡qué farsa!
Desde que mi intelecto se ejercita, lo que más he notado en la conducta humana es una tendencia clara a fingir y aparentar, lo que sea, sobre quien sea y al costo que sea: Me compro "El juguete" jactándome de mi acierto empresarial, aunque no le pague sueldo a mis empleados, juro amor eterno y hago loas para declarar mi amor pero llevo una doble vida como sucede en todo el mundo en infinidad de parejas; le cuento al mundo que mi país es una potencia mundial y en seis años lo desaparezco.
Y hablando de farsas, la benevolencia de la vida me colocó en el tiempo y lugar históricos desde donde se desmontaría la más grande farsa vivida en el siglo XX, la que en seis años terminó con toda una nación y con la historia de su gente. ¿De qué se trata? El mismo año de mi llegada a la URSS, Mijail Gorvachov fue electo Secretario General del Partido Comunista y también se convirtió en el líder de una de las naciones más poderosas del mundo, al menos en términos de desarrollo armamentista.
En mis primeros meses de estancia en la URSS, la gran noticia nacional era la juventud de Gorvachov y sus ideas "modernizadoras", además se especulaba sobre las pocas opciones que tenía para poder implementar sus reformas, pues el Comité Central quedaban muchos dirigentes de la llamada "vieja guardia".
Ya iniciado el año de 1986, los temas sobre las políticas del nuevo líder soviético hicieron más ruido porque debía aprobarse y entrar en vigor del duodécimo Plan Quinquenal de la URSS, con él se delinearían las rutas a seguir para implementar las anheladas reformas. Las especulaciones crecieron, al igual que creció mi interés por la vida política del país donde decidí vivir seis años. ¡Cómo cambió mi vida desde que opté por vivir y no sólo por sobrevivir! Ahora que lo escribo, no puedo evitar pensar en mi buena suerte.
En la calle y las universidades la gente se animaba a hablar más porque, desde su elección, Gorvachov se dirigía a la Nación para hablarles de la bondad de la "ускорение" (aceleración) de la economía soviética. Las charlas se tornaban cada vez más audaces, claro, dentro del entorno de la ligerísima apertura en lo referente a la libertad de expresión. Unos cifraban todas sus esperanzas en el joven líder, otros, aunque aceptaban la necesidad de cambios, veían con "sospechosismo" la llegada al poder de un joven, que fue precedida por dos decesos, el de Andropov y el de Chernenko, ¿acaso podía pensarse que la muerte de ambos fue parte del montaje de la farsa?, sí, no, tal vez, no lo sé. Los más versados criticaban las reformas de Gorvachov por la falta de un plan y de estrategias definidas, claras y que contemplaran la complejidad del sistema soviético, decían que las reformas pretendían pulir una cosa, tapar una mancha, limpiar un poco, pero no proponían nada profundo.
El tema de la ускорение, que más tarde pasaría a la historia como perestroika, es el principio del fin de una nación, esto que relato es apenas un preámbulo de todo lo que viví. Aún hoy tengo más dudas que respuestas sobre ese tema, sin embargo, desde mi experiencia construí una certeza; lo que Gorvachov propuso como motor de sus reformas, ya fuera adecuado o inadecuado, tenía que caer, ¿por qué?, porque fue implementado a partir de la arrogancia y de la prepotencia de todo un sistema político que se pensó intocable e indestructible.
Hoy, algunos especialistas rusos comentan que los gobiernos de los Estados Unidos fueron pacientes y trabajaron con cautela y tenacidad para cosechar esa destrucción, se dice también que sabían que para destruir a su enemigo sólo había dos maneras, atacarlo militarmente hasta acabarlo o esperar a que las incongruencias y fisuras al interior del gobierno hicieran lo propio y lo destruyeran, sin soltar una bala.
Está visto que la prepotencia acaba a cualquiera, hasta al más poderoso, nada es eterno, nada. Creo que quienes ignoran este hecho son los prepotentes, los que piensan que el destino nunca los alcanzará. Así se vive ahora en mi país desde el año 2006 hasta el día de hoy, pues a los gobiernos se les desbarata la Nación en las manos y piensan que no nos damos cuenta, que nos pueden engañar.
Así sucede con Carlos Slim, que pensó reinar eternamente el imperio de las telecomunicaciones en México y hoy, ya tiene menos tres clientes y sumando (una de ellas soy yo). Así pasa con las personas físicas y morales que hoy, sabiendo que reiteradamente atropellan mis derechos constitucionales y humanos continúan actuando como si en verdad fueran los rectores de mi destino, grave error, porque sé que antes, sus contradicciones y fisuras internas ya los están acabando, como sucedió en la URSS y en el llamado bloque socialista, como sucede en Francia, España y cientos de ejemplos emblemáticos más.
Sí, todo lo que sube tiene que bajar, ley fundamental de la gravedad, lo único que requiero es paciencia para ver caer lo que deba caer.