Hay
varias películas que tratan sobre cómo nuestros actos generan consecuencias: Pi, El efecto mariposa, Babel, etcétera,
etcétera. Sin la intención de menoscabar la enorme creatividad de
argumentistas, guionistas, directores, fotógrafos y los que me falten, no es
necesario ser un genio para saber que cada acción u omisión genera
consecuencias de toda índole. En mi humilde opinión, el quid de creer no saberlo es porque con ello aliviamos nuestra
conciencia, pero no la acallamos.
Fui asignada a
la Facultad Preparatoria de la Universidad Vasili Karazin de Jarkov
porque era una de las más prestigiadas universidades para estudiar Física,
Matemáticas, Biología, Química, Bioquímica; por tanto su Podfak era ideal para
tal fin. ¡Y sí que lo era!, sólo que yo estaba en el lugar equivocado.
La cotidianidad
de mi nueva vida y los constantes retos de aprender ruso, lavar mi ropa,
alimentarme y cuidar mi integridad física y mental distrajeron la pregunta que
debí resolver desde mis primeros días de clase: ¿Por qué me encontraba en un
grupo de estudiantes que cursaría Biología, Química y Bioquímica si la carrera
que elegí era Arquitectura?
En
mi Podfak había un Decano y tres Vicedecanos, uno hablaba francés, otro inglés
y el último español. Todo era perfecto porque se resolvía la comunicación con
latinos y africanos, principalmente, pues ellos fueron colonias de Inglaterra y
Francia. Los árabes quedaban un poco a la deriva, pero se resolvía.
El protocolo de
recibimiento nos llevó a la oficina del Vicedecano quien, en un español sin
acento extranjero, a Martha y a mí nos preguntó datos básicos, incluida la
carrera que elegimos. Cuando le comenté que yo iba para arquitectura su cuerpo
se contrajo de la sorpresa. Revisó sus papeles pero lo que él tenía registrado
era que mi carrera asignada era BIOLOGÍA. Evidentemente se cometió un grave
error que cambió mi vida.
¿El cambio fue
para bien o para mal? No lo sé ni lo supe en muchos años, sólo tenía claro que además de lidiar con la noticia de estar asignada a otra carrera, sino con
la escasa y casi nula posibilidad de estar en la carrera que elegí. Fue el
primero de muchos embates emocionales que tendría durante mi estancia en la
URSS; lloré como hacía mucho que no lo hacía, mi llanto mezclaba impotencia,
desolación, caos…
Con una empatía
de campeonato, el Vicedecano explicó mis opciones de carrera, me prometió
mandarme a Moscú, incluso a Leningrado para cursar mis estudios en Biología (era
una ciudad codiciadísima); su oferta era fenomenal, el pequeño inconveniente
era que no me veía desempeñándome en ese campo, ni siquiera motivada por el
privilegio de estar en Leningrado.
—¿Qué puedo
hacer?, ¿esto no me puede estar pasando? — Le increpaba con angustia.
—¿Qué te gusta?,
¿qué te apasiona?
—¡La
antropología social!
—Esa carrera
está cerrada para extranjeros…
—Restauración de
edificios patrimoniales—, al decirlo venía a mi mente los bienes muebles e
inmuebles de Puebla y la Ciudad de México. Me veía trepada en andamios cuidando
el orgullo de mi identidad mestiza.
—También está
cerrada para extranjeros… pero en esta universidad puedes estudiar Geografía,
como tu compatriota Isabel, o Economía como Marina.
—¡No quiero
quedarme en Jarkov!, ¡no podré soportarlo estudiando algo que no elegí, sino
que me impone esta situación!
La impotencia y
el enojo me cegaron, no podía reponerme de la noticia y debía pensar en otras
opciones profesionales a una edad en la que la elección de carrera es uno de
los temas de mayor dificultad. El Vicedecano nunca dejó de darme consuelo, no
escatimó tiempo para darme el mayor número de opciones y para dejarme pensar.
Recuerdo que ese
evento detonó la primera racha de depresión en mi vida, enfurecí hasta el
cansancio con el autor de tan grave error, sentía que me había arruinado la
existencia. Pero la vida continuaba y no había cabida para seguir invirtiendo
tiempo en el enojo, debía elegir, actuar y no dejar mi sueño de estar en la
URSS.
Desde ese
momento y hasta hoy, aun pasando por innumerables tropiezos, caídas, análisis,
reflexiones, sigo aprendiendo a buscar en la adversidad lo que puede apasionarme,
pero no ha sido labor sencilla.
La carrera que finalmente elegí y una serie de sucesos de todo tipo, me llevaron a descubrir otra de mis
grandes pasiones: el mundo editorial, la oportunidad de contribuir en la
educación de jóvenes y, sobre todo, escribir historias, conocer historias y
estar presente, aquí y ahora para contarlas.