14 de noviembre de 2017

Darek...

Por Fabiola Martínez Díaz

No recuerdo en qué época del año la residencia de Valeri fue desocupada para una reparación total, en verdad era un modelo viejo con corredores largos que propiciaban poco el encuentro y la charla.
Durante un ciclo escolar casi completo, mientras yo cursaba tercer año, Valery y compañeros fueron enviados a un edificio enorme, donde las habitaciones daban hacia el centro.

La cocina de la residencia también estaba en un lugar que propiciaba el encuentro de todos los inquilinos. Recuerdo a un muchacho de Etiopía que prácticamente todo el tiempo se alimentó con "kasha manaya", era muy simpático y conversador. Fue en la cocina donde conocí a Darek, un simpático estudiante polaco que era compañero de clase de Valeri. Recuerdo que Valeri había ido a buscar cierto condimento para hacer su comida y Darek estaba cocinando. Empezamos a conversar y me hizo saber que conocía a mi medio limón.

En poco tiempo Darek nos invitó a Valeri y a mí, y a otros amigos eslovacos y checos, a comer a su habitación. Recuerdo que cocinaba rico y le gustaba hacerlo, a mí su comida me sabía riquísima, porque ya estaba medio harta del con-grí cubano.

Yo no entendía por qué Valeri no socializaba más con ese grupo de compañeros, a mí me parecían de lo más interesantes. Quizás se debía a que a ese grupo de eslavos no les gustaba tanto el ambiente cubano, quizás porque a los cubanos no les gustaba que Valeri estuviera con "otros", socialistas sí, pero con una perspectiva de la vida muy alejada de la de los isleños.

Para mí fue un alivio ver y saber que Valeri podía entablar alguna relación fuera de sus paisanos. No digo que los cubanos de su grupo fueran malos, sino que solían repetir los mismos chistes y bromas, no había charlas profundas, o de la vida, tal vez porque tenían miedo a ser delatados. Como sea, Darek y sus amigos me abrieron otro panorama de la vida y el ser de otras personas del bloque socialista.

Una conversación con ellos era como estar en un lugar extraño. Cada uno tenía la tendencia de mezclar el ruso con su idioma natal, y como Valeri era mitad cubano mitad eslovaco, dominaba un poco de ambos mundos.

Me atrevo a pensar que todos nos agradamos, no sólo porque repetimos las reuniones, también porque organizamos algunas comidas en mi residencia y porque, en algún momento, Darek y mi mejor amiga se hicieron novios. ¿Puede haber alegría mayor?

La vida da sorpresas, y hubo grandes alegrías, Darek y Natasha se hicieron novios formales, casi todos los fines de semana nos reuníamos con Riita y Fausto a conversar y a beber vodka. Gracias a esas eternas charlas pude conocer el mundo de otras personas que vivían en sitios que conocía de nombre, mas no de la vida cotidiana.

En los largos inviernos, no nos cansamos de escuchar las historias de nuestra niñez, como cuando Riita habló de su costumbre de salir descalzos a caminar por la nieve rumbo al sauna. O cuando Darek nos contaba que la crisis en Polonia era tan grande, que quien tenía auto sólo podía sacarlo el fin de semana, por lo regular para ir a misa. Y allí conocí, de viva voz, sobre el enorme catolicismo polaco y su incansable resistencia. Por cierto creo que poco reconocida como elemento fundamental en la caída de la cortina de hierro.

Por el checo Radek Doctor conocí los anhelos de Checoslovaquia y un poco de su punto de vista sobre la Perestroika, que por cierto no coincidían con el de los cubanos. Darek y Radek eran hombres sociables y de carácter noble.

Yo me casé un 23 de enero de 1990 y Natasha y Darek se casaron en abril del mismo año, para la fecha de su boda yo ya estaba embarazada y Valeri estaba de regreso en Cuba. Darek tenía la opción de pasar temporadas en Polonia y en Kiev y, a pesar de lo costosa que era la vida en Polonia, siempre se las arreglaba para comprarme algunos plátanos. Con ese regalo me hacía muy feliz, pues sólo podía pensar en fruta, era el final del invierno y para entonces, no había fruta alguna.

Natasha, Riita, nuestras parejas y yo, pasamos momentos hermosos en los dos últimos años de mi estancia en la URSS. Hasta hace unos dos o tres años que las redes sociales me permitieron volver a encontrarme con ellos, yo viví añorando esos tiempos de cuando se tiene la certeza de contar con gente hermosa y buena, algo que no me era tan fácil en mi país.

La dinámica de nuestra vida de adultos poco me permiten platicar con Riita o con Naty, pero a mi corazón y alma le basta verlas en las fotos que publican. Hemos madurado mucho, el tiempo nos ha dejado un par de huellas en la piel, pero, al mirar los ojos de cada una, sigo encontrando a las chicas inteligentes, audaces, incondicionales y hermosas que conocí.

Tengo tanto que agradecer a la vida...

Darek, te dedico esta entrega, por la amistad, por el gusto de haberte conocido y, sobre todo, por estar al lado de mi mejor amiga y confidente. Natasha.

En mi habitación, 1989, Naty, Darek, Radek y los otros chicos. 

Con mis grandes amigas en la sesión de fotos de la boda de Naty y Darek