16 de abril de 2019

Natalia (parte 1)

Por Fabiola Martínez


Recuerdo la tarde cuando, después de llegar del instituto, me acosté para descansar. Mientras intentaba relajarme sentí un movimiento brusco en mi vientre... ¿Es posible que ya sea la creatura? En efecto, ese día fue el primero de todos y cada uno los días en los que Gabriel estremecería mi mundo. A partir de entonces también empecé a experimentar cambios en mi apariencia física, situación que anhelaba con gran impaciencia.

Mi felicidad se exponenciaba ante la inminente celabración de la boda de Natalia. Ella, Riita y yo seguimos unidas a causa de los preparativos para su boda. A estas alturas de mi vida la memoria ya me traiciona, pero hubo una celebración o evento solemne previo a la ceremonia oficial, tal vez se trató de la tradición de pedir la mano... El caso fue que Darek, Natasha (y quizás) Belinda fueron a festejar con los padres de la novia al pueblo natal de Naty.

Recuerdo que Natalia y buscó el momento adecuado para explicarme las razones por las que no podía invitarme, cosa que no hacía falta, pero que le agradecí mucho. En aquél entonces confirmé lo que ya había aprendido, que sólo los soviéticos que fueron nuestros compañeros y amigos intentaron entender o ser empáticos ante el crisol de culturas, usos y costumbres que se veía en nuestros centros de estudio. Para el resto de las personas, sobre todo de mayor edad que nosotros, convivir con extranjeros no era un tema sencillo, más bien un espacto que vulneraba su privacidad.

El día de la boda civil, y el anterior, fueron muy placenteros y emotivos para mí. Anya, una de las amigas más cercanas de Naty llegó desde España para participar en la celebración. También llegó de Moscú Belinda, con quien compartimos habitación en el primer curso. Ella fue la madrina de la novia. Todas nos reunimos para conversar de todo un poco, incluso de la hora para salir el día después.

Hasta hoy me emociona vivir el proceso de preparación de las mujeres para la ceremonia de boda, ese día no fue la excepción. Recuerdo haberme apresurado para llegar al cuarto de Natasha y verla ponerse el vestido de novia. Allí también estaba Belinda y su novio.

El vestido era sencillo pero hermoso, ella misma lo confeccionó, quizás tomó inspiración de una revista de novias que le llevé de México y que a mí me gustaba mucho: Bride.  Resalté este hecho porque en la URSS, así como en otros países del bloque, la costumbre era rentar vestidos de novia y todos los accesorios, era cosa de ir a la tienda para tal fin y elegir un vestido que te quedara y luego lo devolvías para que otras mujeres lo puedieran tener a su alcance. A mí me pareció un reto lo que Natalia hizo y lo que logró.

La novia y la madrina estaban listas y bajamos a la recepción. Al mismo tiempo que terminamos de bajar, un auto de modelo antiguo llegó por la novia. Los taxis reservados para quienes asistimos a la boda de la residencia también llegaron.

En el Palacio donde se realizaban las bodas nos reunimos todos; la madre y la tía de Darek, llegados de Polonia, su mejor amigo y su esposa. Estábamos también todos los que fuimos mejores amigos. Para mí, la parte más emotiva de la boda fue cuando nos organizamos para la foto oficial, el en sillón clásico donde todos posaban. Esta sería la última vez que conviviríamos todas juntas, todas las chicas con quienes compartimos la vida y fuimos grandes amigas y camaradas.

Si no mal recuerdo, del palacio de casamientos  fuimos a dejar el ramo de la novia a un hermoso templo ortodoxo ruso muy bonito y famoso (creo que se llama San Andrés). A partir de allí hicimos un recorrido en los sitios emblemáticos de la ciudad para que la pareja  se tomara más fotografías. Yo, aproveché la invitación para recorrer festivamente la ciudad y para atesorar recuerdos de mis amigos en la ciudad donde fui muy feliz.

Tomando un té y acompañando a la novia mientras se arreglaba. 

Esta fue la última ocasión en que todas estuvimos juntas como en el primer curso.
En el sillón los novios y los padrinos. De derecha a izquierda, la madre de Darek, Anya
de blanco, junto a Anya, Tamara, Fausto con Janny Ernesto en brazos, junto a él Riita
sigo yo, la más pequeña de estatura, el novio de Belinda y amigos y familiares del novio. 

Hace 29 años, en el mes de abril, saliendo del edificio donde se realizaban las bodas civiles en Kiev

En las escaleras del museo iglesia de San Andrés (s. XVIII)