Por Fabiola Martínez
Las vacaciones de verano en México incluyeron, al menos, dos días de estancia en Moscú. Nuestro plan fue comprar los souvenirs en los grandes almacenes Gum o Tsum, pues Jarkov, a pesar de ser la segunda ciudad más importante de Ucrania, tenía poco o casi nada que ofrecer.
Luego de guardar todo nuestro equipaje en la cámara de seguridad y de desocupar la habitación 74 de la residencia, Martha y yo viajamos en tren a Moscú. Como ya era costumbre, pernoctaríamos en la casa de los Pilshikov.
Llegamos a la gran capital muy temprano en la mañana, así que debíamos esperar al atardecer para llegar a la casa que nos esperaba. No recuerdo dónde guardamos nuestro equipaje, que era poco, lo que sé es que lo resolvimos bien, pues el tiempo nos alcanzó para recorrer cada espacio de esos enormes y bellos almacenes.
El dinero que yo tenía para regalos era poco, pero me alcanzó para llevar, por lo menos, un detalle típico a cada hermano, a mis padres y a los tíos y primas de la familia Zaldivar Díaz. Gran faena para una estudiante becada.
Entre los mexicanos había una leyenda urbana sobre las enormes posibilidades que daba la URSS para comprar piezas de joyería de oro y brillantes. Así que cuando finalizamos nuestros pendientes recorrimos tiendas para anotar los precios de dichos artículos en las joyerías que encontramos en el camino. Lo que se veía en los aparadores era simplemente bello.
La oferta de las veryoshkas era basta e incluía piezas de joyería, los precios dentro de la tienda se establecían no recuerdo si en dólar americano o en rublo, lo que sí sé con certeza es que el tipo de cambio ofrecido era el oficial, que tomaba el dólar unos diez centavos por debajo del rublo. Fue en esa comparación de precios y de tipos de cambio que tomó sentido eso a lo que llamé "leyenda urbana".
Mientras sucumbía a la fascinación de apreciar las pieles y las joyas, mi atención se dirigió a la puerta, donde estaba entrando un grupo de mexicanos a los que distinguí por sus sombreros de charro. En el primer segundo sentí alegría, pero en el segundo me avergoncé; digamos que el espectáculo de andar con sombrero de charro por las calles de Moscú era comprensible pero, vestir shorts con calcetines y zapatos me sacó de balance.
Aunque mi primer impulso fue hacerme la loca, mi muy mexicano fenotipo me delató; los paisanos me abordaron...
- ¿Eres mexicana?
-Sí.
-¿De dónde?
-De Puebla.
-¡Ah!, eres "pipope"*
-Sí- contesté secamente porque me percaté del tono irónico.
A Martha también le hicieron las mismas preguntas, luego ellos nos contaron que venían en un tour por los varios países del antiguo "bloque socialista", y acto seguido comenzaron a echar pestes sobre Moscú y, en general, sobre la Unión Soviética, su mayor pesar era la comida y la ausencia de chile y tortillas, entendía el choque cultural pero también me molestaba que se refirieran de ese modo al país que yo ya quería como mi segunda patria.
Después de vomitarnos sus desventuras, nos preguntaron si también estábamos de turismo. Les comentamos que éramos estudiantes, pero en instantes me arrepentí. Inició un interrogatorio muy desagradable para mí: que cómo le hacíamos para aguantar la comida, que si los soviéticos eran mal encarados, que si el idioma, que si el olor... Tantos y tantos aspectos negativos.
Esa charla me hizo sentir incómoda y molesta. En mi interior me preguntaba, ¿y con esa ridícula ropa se atreven a criticar? Pronto supe que mi reacción no había sido adecuada, en un inicio me justifiqué diciéndome que ellos me habían predispuesto aludiéndome con un mote ofensivo, que sí lo era y lo sigue siendo y tiene su origen en disputas que hay entre las personas poblanas, las jalisciences, las norteñas... Pero por supuesto no me justificaba.
Pasadas unas horas me pregunté, ¿por qué mostrar un falso orgullo nacional portando un sombrero que simboliza el traje oficial cuando entre los nativos de las diferentes entidades de la república mexicana hay una tendencia generalizada a la descalificación?, también me pregunté... ¿cómo nos percibirá la gente de este país o la de otros países?
A partir del incidente en la veryushka comencé a observar los comportamientos de los turistas, me percaté que lo vivido con mis paisanos era y es una actitud frecuente entre los ciudadanos de otros países, claro que expresado en sus propias maneras.
Considero que el comportamiento que acabo de narrar tiene mucha relación con la poca disposición social a aceptar lo "diferente", aún me sigo preguntando por qué ésta dificultad sigue siendo muy grande y pesada en México y en un sin fin de países del mundo. Actualmente hay países que aparentan ser más civilizados por actuar dentro de lo llamado "políticamente correcto" pero, ¿es genuina tal aceptación o es el fruto de la aplicación de leyes más rigurosas de comportamiento?
La respuesta sigue en el aire.
* Pipope: acrónimo de pinche poblano pendejo, insulto usado para referirse a todos los nacidos en el estado de Puebla, aunque en su origen este se usó para referirse a los pobladores de la ciudad de Puebla, capital de la entidad del mismo nombre.