26 de febrero de 2019

Menos tu vientre, ¿todo es confuso?

Por Fabiola Martínez 

Narrar esta etapa de mi vida equivale a repetir charlas interminables de madres, tal vez por esta razón me costó trabajo encarar esta entrega, pero aquí está, una historia más de una futura madre...

Después del ajetreo de la boda, comencé a cuidar de mí y del embarazo. Recuerdo que me canalizaron a un edificio donde estaba mi clínica. Un lugar que nunca vi a pesar de su cercanía con el besaravski rinok (nombre de un mercado).

Luego de recetarme lo pertinente para el embarazo, compartí con la doctora el fuerte y constante dolor abdominal que tenía.

-Debes guardar reposo y tomar vitamina E
-¿Por cuánto tiempo el reposo?
-Puedes ir a clases pero trata de descansar después, no hagas esfuerzo.
-¿Algún día se me quitará el dolor o el embarazo está en peligro?
-Lo usual es que el dolor permanezca hasta que el feto se afianza dentro de tu vientre.

Obedecí a todo, además de enfrentarme a un espantoso carrusel hormonal que me llevaban a comportarme como una bipolar. Mi amiga finlandesa Rita fue de gran ayuda, me
explicó todo lo que sucedía. La verdad es que, entre la extrema valoración de la sociedad patriarcal y el fenómeno animal que provoca la maternidad, el embarazo es pintado como hermoso de principio a fin. Pero en verdad es un proceso complejo y lleno de cambio que todo lo confunden, en mi caso provocó que se me cerrara el mundo.

Afortunadamente la sabia naturaleza compensa ese proceso. Al término del trimestre le dije adiós a los dolores y a la locura hormonal. Sólo me quedé, desde entonces, con la lágrima a ras del párpado, a puntito de salir a cada instante. No me pude deshacer del enorme calor, ni del malestar provocado por los lugares encerrados. Si bien es verdad que nunca tuve un sólo vómito, también es cierto que me alimenté, básicamente, de jitomate y pepino encurtidos. Por ello perdí mucho peso.

El apetito volvió para quedarse. Los más de tres kilogramos perdidos fueron recuperados gracias a mi apetito voraz. Recuerdo que mi amiga Amal me acompaño al comedor de la Facultad de Cultura Física, porque la comida de allí me encantaba. Ese día comí tanto, que ella me dijo: "cuando me dijiste de tu embarazo no lo creí, sólo ahora que te veo comer me es posible creerte.

El clima tuvo un papel favorable, la primavera se asomaba con rapidez y, aunque yo me sentía triste porque Valery tenía que irse a su país, las largas caminatas de regreso del instituto fueron de gran ayuda para mi salud. Ellas me dieron la oportunidad de disfrutar mi ciudad con la certeza de que había comenzado la cuenta regresiva, saturé mis cabeza con recuerdos de casas, gente, parques y jardines. Viví un romance contradictorio con mi hermosa ciudad. La quería conmigo, era parte de mí, y al mismo tiempo quería terminar ya con esa etapa de mi vida.

Bien dice la letra de la canción de Joan Manuel Serrat: "No hay nada más amado, que lo que perdí". Hoy, mi gran anhelo, es regresar a esa ciudad donde fui tan feliz, donde aprendí tanto, donde tuve a la mejor familia...

En una entrega pasada hablé de los regalos que me trajo el año 2018, un reencuentro con Amal, Rashid y Jamal, mis amados hermanos palestinos. Nunca pensé extrañarlos tanto y, sin embargo, cuando tuve la oportunidad de estar más cerca de ellos, mi embarazo me llevó a tomar decisiones que lamento, porque hice muy grande la brecha entre ellos y yo.

En mi caso, conservar las ilusiones es lo que motiva mi vida, por muy pesadas que sean las circunstancias. Tengo fe en el destino y creo que pronto los podré ver, abrazarlos a todos es un anhelo muy grande. En ese abrazo incluyo también a Riita, que fue mi mejor ayuda, a Natasha, Belinda, Isa Morais, Lefteris, Jenny (de Tailandia) y también a mis maestros, sólo con uno de ellos tengo enlace en Facebook. Me encantaría volver a ver y conversar con mi maestro de Literatura Serguei Fateev.

El título de esta entrega es un juego de palabras que hice con la letra de un poema de Miguel Hernández, quizás a él, como a otras personas, el proceso de dar vida a otro ser es un asunto que da certeza, y su perspectiva es hermosa, pero tan poco apegado a la realidad.

Tener un hijo es un proyecto de vida que dura toda la vida de la madre, es una decisión trascendental que no debemos tomar a la ligera. Las mujeres lo vivimos en una vorágine hormonal inexplicable que provoca enormes confusiones y tropiezos. Quizás es por ello que agudizamos nuestra obsesión de control, ya que, si no fuera por el gran papel del instinto maternal, quién sabe qué sería de nosotras.

Dice un refrán que, si del cielo te caen limones, debes hacer limonada. Yo continúo capitalizando mi experiencia juvenil para documentarme y aprender sobre las implicaciones de un embarazo en edades tempranas. La educación sexual así como la maternidad y paternidad juvenil es uno de mis temas favoritos. Tal vez se deba a que aún creo que hubiera deseado que como parte de mi educación me hubieran hablado del tema con honestidad y claridad, haciendo a un lado el velo *Mariano.

El tema de la paternidad y maternidad es algo que seguiré trabajando y, ahora que cuento con una socia igualmente especializada e interesada en el tema, estamos preparando interesantes cursos al respecto. Esperen noticias por este medio.

*Mariano. De María, en este caso hago referencia a la carga cultural que tiene la virgen María en la formación judeo-cristiana de mi país.

En una cena de parejas cubanos, soviéticas y mexicana.
Al tomar esta foto ya era evidente la cantidad de peso que había perdido