7 de junio de 2016

Fin de curso

Por Fabiola Martínez

Prepararme para los exámenes finales fue una experiencia diferente. Como mis impulsos se debatían entre estar gozando del buen clima y aprobar, muchos preparatorianos optamos por salir al estadio y apoyarnos en el repaso del idioma o de lo que tocara. Entre descanso y estudio nos las arreglamos para jugar. 

Por primera vez viví la experiencia de los anocheceres tardíos, nunca antes habría imaginado que el sol pudiera caer pasadas las nueve de la noche. Impulsada por el ánimo de viajar a México y por aprobar con la mejor calificación, en la habitación continuaba repasando pero nunca consideré que mi residencia enloquecería con la posibilidad de que el equipo soviético calificara para el mundial México 86. 

¡Cómo los odié!, todos los soviéticos de mi residencia gritaban eufóricos mientras la URSS se jugaba el pase, lo peor sucedió cuando lograron clasificar, pues esos y otros estudiantes salieron a la calle a celebrar su victoria. No pude dormir. 

En la Podfak se programaba un examen por día, dejando un espacio de al menos tres días para prepararnos. Cada asignatura nos entregaba un cuestionario con unas ochenta preguntas. Los estudiantes de cursos superiores nos recomendaron no dejar de estudiar ninguna pregunta, porque el azar podría sorprendernos. 

Resultaba ser que los profesores acostumbraban preparar fichas cerradas con dos preguntas. Para examinarnos debíamos entrar de tres en tres al salón y tomar una ficha, luego nos sentábamos a preparar las respuestas a las preguntas que nos tocaban. Cuando estábamos listos levantábamos la mano, nos aproximábamos a los profesores (como mínimo eran dos) y exponíamos nuestros temas. Luego de ello había una pregunta adicional que no venía en ninguna ficha, más bien surgía de lo que se le ocurriera al maestro. 

Me sentía muy satisfecha de los resultados de mi esfuerzo, después de un año lleno de "drama" veía la recompensa. Olga Yurievna -miren eso, hasta recuerdo su nombre y patronímico-, fue una de las profesoras de ruso con la mejore metodología de enseñanza y, a pesar de ya no ser nuestra maestra, estuvo atenta al resultado de los exámenes de ruso de todos sus ex alumnos.  

Mi último examen fue el de ruso, hablado y escrito, éste era el mayor reto y logré terminarlo con una buena calificación, a la salida me encontré con Olga, quien me felicitó y abrazó por mis logros. Creo que si alguien sabía los conflictos que enfrenté era ella. 

Ese mismo día, ya concluida nuestra máxima obligación, Martha y yo fuimos con el Vice Decano para corroborar que nuestra visa de salida para vacaciones estuviera lista y, sobre todo, para asegurarnos de que nuestros lugares estuvieran confirmados en el siguiente nivel escolar: Martha a la Universidad de Leningrado y yo al Instituto de Lenguas Extranjeras de Kiev. 

El Vice Decano, con toda la jovialidad y calidez de siempre, nos comunicó que todo estaba en orden y verificó nuestras fechas de salida y llegada a la URSS. Una vez terminados y asegurados todos los trámites nos dijo: передай привет нашей команды (saludos a nuestro equipo)

Me sorprendió la encomienda, me di cuenta que en verdad un número significativo de pobladores de la URSS estaba feliz y narcotizado por la victoria de su equipo. Una situación favorecedora para adormecer la verdadera situación de Chernobyl y quizá para distraer los primeros pasos que lograba la Ustroenie, después conocida como Perestroika; luego de terminar la celebración de la duodécima reunión del Buró Político del Partido Comunista de la Unión Soviética que significó el principio del fin. ¿Quién lo diría?

En estos días he leído un interesante artículo sobre los debates y avances en el estudio de la conciencia desde la perspectiva de las Neurociencias. Estoy de acuerdo con el autor cuando señala que "el proceso consciente es el acto mismo de percatarse (...), conciencia en el sentido de percatarse es diferente del procesamiento de la información, dado que es posible adquirir, procesar, almacenar y expresar información sin estar consciente de ello." 

Seguramente una mayoría importante sabíamos de la celebración del Pleno del Politburó y vivimos un par de días de zozobra sobre una explosión nuclear, sin embargo no nos habíamos percatado de ambos hechos. Mis ojos estaban puestos en mi viaje y los de los demás estaban en México y su mundial. Cero indicio de consciencia. 

Pasados treinta años, las personas tendemos a movernos igual, procesamos información pero no nos percatamos de los alcances de los hechos. El domingo se celebraron elecciones en México, estuvieron en juego doce gubernaturas, diputaciones locales y la conformación de un congreso constituyente para un recién nacido estado confederado: la Ciudad de México. 

La consigna popular fue votar contra el PRI (partido en el poder), que si bien es válido el enojo popular, nadie se dio el tiempo de percatarse de las alianzas vomitivas de un partido de derecha y extrema derecha con los de (pseudo) izquierda, con cero proyectos en común. Tampoco se percataron de los muchísimos candidatos a gobernador que hace cinco minutos fueron priístas y para candidatearse se fueron con la competencia. 

En la Ciudad de México el panorama no pinta mejor, con casi un 70% de abstenciones, se conformó un congreso constituyente con mayoría ex priísta que luego fue perredista y ahora se denomina Morena, puro trapecista que gusta de políticas extremadamente populistas. 

Ni hablar, la toma de conciencia está muy lejana de nuestra realidad nacional y mundial. Afortunadamente yo ya no soy la misma que aquella que terminó sus exámenes en 1986, cada día se me presenta como una valiosa oportunidad de percatarme de mí, del mundo y del entorno. Con enorme agrado me percato de que sucede lo mismo con muchos de mis antiguos compañeros de aventura en la ex Unión Soviética. Creo que una experiencia de vida como la que compartimos se convirtió en una grandiosa oportunidad de tomar conciencia y dar un rumbo diferente a nuestra vida.