Por Fabiola Martínez
La tradición oral cuenta que hay tres mentiras clásicas de los mexicanos: "Mañana te pago", "nada más la puntita" y "la última y nos vamos". A pesar de que esas frases sí forman parte del comportamiento generalizado de la población, existen momentos de la vida en los que las experiencias con el alcohol son tan desagradables que, al menos mi caso, me llevó a tomar una decisión importante.
Como ya les había contado, en la habitación de la resdiencia 3 que compartí con Valeri, hubo una fuerte presencia de vietnamitas con las que el resto de extranjeros de ese bloque tuvimos complicaciones de adaptación cultural, situación que tuvo un lado positivo porque en poco tiempo, mis relaciones de amistad con los compañeros de Marruecos se hicieron muy cercanas, sobre todo porque, extrañamente, Valeri se llevaba muy bien con esos chicos, por cierto uno fue de mi grupo y era (o es) un hombre muy inteligente.
Además de su inteligencia y carisma, mi compañero Murad tenía ese don divino de cocinar delicioso. Siempre me pregunté cómo le hacía para lograr excelente sazón en una ciudad donde cada día era mayor la escasez de productos. ¡Dios!, todavía recuerdo el delicioso aroma de su comida...
Un fin de semana, Murad y su compatriota nos invitaron a comer. Fue un sábado encantador porque conversamos mucho sobre muchos temas interesantes, como las tradiciones culturales y las hermosas medinas de los anfitriones, además de resaltar el exquisito sabor de sus guisos.
Como casi siempre me solía pasar, también hablamos del muy famoso "chile mexicano" o salsa picante, para mi asombro, me enteré que los marroquíes disfrutan comerlo. Fue por eso que corrí a mi cuarto y saqué de entre mis tesoros, una de mis deliciosas latas de chile chipotle marca "La Morena". En cuanto percibieron el aroma, Murad y Mohamed lanzaron su tenedor sobre la lata y les encantó; tanto que entre los dos se comieron todo lo que había en la ella, como si se tratara de duraznos en almíbar.
Para acompañar el pescado tomamos vino, pero se terminó y Valeri sacó un poco de vodka... que también nos terminamos pronto, entonces recurrimos a la cerveza. Pero no teníamos bebida en grandes cantidades, precisamente por lo poco que teníamos empezamos a combinar lo que fuera y ese fue mi error...
Yo estaba acostumbrada a tomar vodka, los fines de semana de invierno nos sentábamos a conversar y siempre había vodka que duraba tanto como la conversación y resultaba una experiencia agradable. Pero ese sábado en especial, entre conversaciones y tragos empecé a sentirme mareada de una manera inusual. A pesar de eso seguía compartiendo porque la convivencia estaba tan, pero tan amena e intercultural que no podíamos parar de hablar sobre las costumbres de unos y otros países, siempre con respeto absoluto de nuestras formas de vida.
Valeri estaba animoso y quiso mostrar sus fotos a los marroquíes, quería presumir las playas cubanas y, por supuesto, presumir el brillante sistema político de su Isla. Así que invitó a Murad y Mohamed a nuestra habitación. Al calor de tantas alegrías sacó una botella de ron Havana Club 7 años, que yo le había traído del aeropuerto cubano. En lo que nos acomodamos y abrieron la botella, llegaron a visitarnos Riita y Fausto (Finlandia y Nicaragua), también estaban de fiesta porque había llegado de visita Belinda (Perú). Con Fausto llegó Joel, un hermano nica de la facultad preparatoria (PODFAK) a quien pocas veces veía.
Mientras bebía lentamente mi primer trago de ron, Joel le contó a Valeri que había sido mi pretendiente en la PODFAK, cosa que yo ya había olvidado y que nunca pensé que fuera un interesante tema de conversación para un primer encuentro entre mi prometido y mi amigo. Los hombres son un misterio para mí...
Mientras Valeri le sacaba la sopa a Joel, yo iba a tomar mi segundo ronda de ron, apenas mojé los labios y me sentí fatal.
-Me siento mal-. Dije a todos, pero creo que nadie me escuchaba. -Me siento mal, insistí y tomé con fuerza el brazo de alguien.
Todos se levantaron de la alfombra y me levantaron. Reunidos en la cocina, empezaron a analizar lo que me estaba pasando y lo que se debía hacer al respecto.
-Debe respirar aire fresco- Dijo Mohamed, y me sacó al balcón de la escalera de emergencia sin abrigo y con unos 5 grados bajo cero.
-Tengo mucho frío y me siento mal- Seguí insistiendo.
-Tiene que vomitar, dijeron Fausto y Joel, y me llevaron a los lavabos.
Ya en el baño comunitario, frente al lavabo y con un enorme público que me apoyaba, intenté hacer lo imposible: vomitar. Eso es algo que no puedo hacer nunca, no al menos por voluntad propia. Entonces alcé la cabeza y miré a mi grupo de apoyo y les dije.
-No puedo vomitar y me siento mal-. E insistí en meter mi dedo a la boca para tocar mi paladar.
-Valeri, hay una técnica para hacerla vomitar, sólo tenés que estimular su estómago.- Dijo Fausto.
Valeri se colocó detrás de mí y empezó a aplicar la técnica, pero lo estaba haciendo mal. Entonces Fausto se colocó detrás de Valeri para explicarle cómo debía masajear mi estómago. Mientras esto sucedía las vietnamitas entraron al baño y salieron con rapidez y cara de susto. Según me contaron los demás.
El show del tren masajeador tuvo que detenerse, porque Fausto estaba haciendo vomitar a Valeri y yo simplemente no daba una. Todos acordaron que lo mejor era acostarme con muchas almohadas y cuidarme. Después de que me acostaron no recuerdo lo que pasó con exactitud. No sé a qué hora se fueron todos, qué pasó después. Aunque tenía pavor de dormir, no pude evitarlo.
Al día siguiente me fueron a visitar mis vecinos y amigos Fausto, Riita, Belinda y su novio. Creo que también fue Natalia. Los atendió Valeri, yo seguía en cama con un dolor de cabeza de "puta su madre", nunca he vuelto a sentir un dolor y un malestar así... Creo que los nicas se quedaron preocupados, dijeron que palidecí mucho, algunos creían que fue por toda la mezcla que bebí, otros dijeron que fue el frío del balcón.
De lo único que sí estoy segura es que les aseguré que nunca más volvería a emborracharme y que jamás mezclaría bebidas. Y es verdad, hasta la fecha sólo consumo un tipo de bebida y de preferencia sin refresco alguno. Prefiero el tequila y el vino tinto, el vino blanco me gusta más pero creo que sí me provoca resaca, a lo que en México llamamos "cruda".
De unos años a la fecha prácticamente no he tenido oportunidad de convivir en una buena charla y beber algún tequila. Quizá por la falta de costumbre o por la edad, mi cuerpo tolera poco. Pero en mis tiempos de estudiante universitaria tomé todo el vodka que la vida tenía reservado para mí y para otras diez personas más, así que la vida y yo estamos a mano. Aunque puedo correr el riesgo de caer en la tentación, pues aún no he gastado todas mis oportunidades de decir: ¡La última y nos vamos!