Por Fabiola Martínez
Un día entre 1988 y 1989, mi amiga Tania me llamó a la residencia. Me pidió gestionar un permiso para recibirla en mi residencia porque tenía que despedirse de un amigo que emigraba. Organizamos todo lo necesario y la recibí en la terminal de tren. Ya de camino a mi residencia me platicó que un amigo judío muy querido, había solicitado y obtenido el permiso de "repatriación" a Israel.
-Tu amigo ya había vivido en Israel?
-No.
-¿Entonces de qué trata su repatriación?
-Sólo me avisó que ya tenía todos los permisos para irse con toda la familia, y quiero despedirme de él. ¿Me acompañarías a su casa?
-Claro, veamos donde vive para saber cómo llegar.
Al día siguiente salí con Tania hacia el domicilio de su amigo, en la conversación de camino supe que eran muchos los "judios" que, aprovechando el clima de la Perestroika, pidieron su salida hacia Israel. Dejé a Tania en la puerta del apartamento, saludé y me despedí. En realidad ese amigo me pareció otro ucraniano cualquiera, nada que ver con la fisonomía de los judíos que conocía. Pregunté a mis amigas soviéticas sobre el tema, pero sólo averigué que se trataba de una salida masiva -si es que puede llamarse así-, de judíos jázaros. ¿Qué es eso?, yo, en realidad, desconocía las denominaciones por creencias religiosas y orígenes étnicos de los judíos del mundo. Esa fue una lección que comencé a aprender: Sefardíes, Asquenazís, etcétera, etcétera.
Por aquellos días todo lo raro, era raro, yo no tenía una noción de la realidad del pueblo soviético hasta que fui a la oficina de Intourist a comprar unos boletos de tren a Moscú o a Lvov, no recuerdo (allí era donde los extranjeros estudiantes debíamos comprar con antelación nuestro boletos). Lo que sí recuerdo es que una multitud hacía filas para salir a otros lugares de Europa sin hacer gestiones especiales, era la primera probada de libertad real. Y en ese contexto casi todos querían ver al mundo con sus propios ojos. Con chamarra, gorro y pasaporte en mano, intenté abrirme paso hacia la entrada principal, pero las aguerridas mujeres me impedían el paso.
-¡Qué se forme!-, gritaban furiosas.
-Soy mexicana, mi fila es otra.
-No se dejen engañar, ella es de Mongolia (¡не веритье ей! она из Монголии. En ese tiempo Mongolia era algo así como un protectorado de la URSS y se regía por sus mismas leyes)
Tuve que pedir apoyo a un guardia, quien vió mi pasaporte y me escoltó al interior, donde casi no había nadie en la fila para extranjeros. Ya dentro pregunté por qué había tanta gente y me explicaron la razón. Al salir recibí toda clase de sanciones, pero entendí la situación y no lo tomé personal. Después de todo, tenían todo el derecho de ser libres y de que se tratara por igual a nacionales y extranjeros.
Nunca olvidé el incidente, antes me dijeron gitana, ahora mongola, ambos orígenes étnicos tenían su historia y destino. Tampoco olvidé al amigo de Tania, ni sus ojos azules, cabello rubio y su ansia de formar parte de una patria que sólo estaba en su imaginario.
Cuando regresé para quedarme en México, se me presentaron oportunidades de conocer un poco de la historia judía, también empezaron a proliferar películas taquilleras del Holocausto, con lo cual aumentó mi interés, pues ya estaba enterada de que esas cámaras de gases o campos de concentración no sólo fueron para ellos, lo fueron también para homosexuales, comunistas y gitanos. Esa manipulación de una verdad cruel para todos me puso alerta.
El interés me llevó a conocer datos interesantes de la vida y obra de los judíos de México y del mundo. Supe que, de una población pequeña a nivel mundial, hay una gran cantidad de personas de origen judío que han ganado premios nobel de ciencias. Soy asidua lectora del filósofo George Steiner y de él he aprendido mucho. Luego de leer Errata, examen de una vida, mi horizonte sobre ese grupo étnico y religioso se iluminó.
Mi investigación continúa y hoy sé que esos soviéticos (sobre todo de Ucrania), que se fueron a Israel, forman parte de un grupo llamado jázaro. Los jázaros fueron un grupo que ocupó extensos territorios de Ucrania y de la ribera del Mar Negro, ese grupo, alrededor del siglo VIII, adoptó la religión judía, pues sólo tenían esa sopa o convertirse al islam o al cristianismo.
En este tema, lo curioso es que la salida masiva de judíos jázaros fue promovida por el gobierno de Israel, algunos dicen que lo hicieron con la finalidad de fortalecer su presencia en los asentamientos recién quitados a Palestina luego de la primera Intifada (1987). No lo sé de cierto, pero suena lógico, finalmente, Gran Bretaña y la ONU se sacaron de la mangan al estado de Israel para mantener un punto geoestratégico en una zona petrolera. Porque siendo sinceros ahora me pregunto, ¿por qué la ONU no promueve una ley de retorno de mexicanos a los territorios que nos arrebataron nuestros vecinos del norte?, mínimo tenemos derecho a reclamar el retorno libre a la Alta California y Texas. El día que eso suceda, quizá crea que la ley de retorno proclamada para los judíos es justa. De momento no, como tampoco creo que sea justo y correcto reconocer que la capital de Israel es Jerusalem. Aunque nuestros tibios diplomáticos no se pronuncien como la situación lo requiere.