14 de febrero de 2017

Decisiones y lecciones

Por Fabiola Martínez

Pocos días después de mi visita a la playa de Kiev, mi Instituto organizó una junta con todos los estudiantes extranjeros; el tema central era el traslado, casi inmediato, de los niños de la ciudad hacia las ciudades balneario de Ucrania, en la parte este. 

En ese reunión, mis jóvenes ojos se abrieron más (aunque no lo suficiente) y mi nivel de conciencia continuó su proceso para percatarse más de la vida.  Resultaba ser que yo, acostumbraba a mirar sin ver, ya estando reunidos allí me percaté que muchos de mis compañeros ya eran padres y a su corta edad enfrentaban, además, los miedos que esa responsabilidad implica. 

-¿Por qué quieren transferir a nuestros hijos a otra ciudad?
-Por prevención, se sabe que la radiación aumenta cuando incrementa la temperatura y el verano está muy cerca. -El verano ucraniano podía llegar a los 42 grados celsius.
-¿Acaso mentían cuando nos dijeron que la ciudad era segura?, ¿cuáles son los riesgos reales a los que están expuestos nuestros hijos? -las preguntas venían de todas partes del auditorio. 
-Muchachos, los entiendo, pero esas son las indicaciones que hay para las guarderías y escuelas. Los niños deben trasladarse hasta que terminen las vacaciones de verano. 
-¿Los podemos enviar a nuestro país?
-Esa es una decisión personal, de momento se tomaron las medidas preventivas que les comunicamos. Si deciden quedarse con sus hijos durante el verano, les pedimos no llevarlos al río Dniéper. 
-¿Por qué?
-Porque aún no se ha calculado la magnitud de los daños, el reactor pudo ser sepultado pero no se sabe si el agua del río Pripiat se contaminó, y ese río desemboca en el Dniéper. 

Al mismo tiempo que transcurría el debate sobre los riesgos reales y potenciales que corríamos por vivir en Kiev, ciudad ubicada a unos 130 kilómetros de distancia de Chernobyl, recordé que hace pocos días estuve en la famosa playa del río, y pensé: ¿qué me sucederá si el río está contaminado?

En ese momento tenía dos asuntos por asimilar, la paternidad de mis compañeros y los riesgos de mi salud... A pesar de la seriedad del tema, el poder de atracción que ejercía en mí la ignorancia era grande, también era grande el miedo. La mezcla de ambos trajo a mí cabeza pensamientos de esperanza y salvación y me dije: "Qué bueno que en verano estaré en Leningrado, qué bien que pronto me iré a Lvov, por ahora debo ocuparme de aprobar los exámenes."

¡Qué ajena y lejana estaba de mi propia realidad!, de la consecuencia de mis decisiones... La víspera de verano de 1987 creí estar a salvo de ese singular miedo que experimentaban mis compañeros de instituto. Además estaba la responsabilidad de concluir exitosamente el ciclo escolar. A los 23 años me embaracé, en Kiev transcurrieron las primeras 28 semanas de gestación, por ello pasé a conformar la gruesa fila de personas que temían, a rabiar, por los efectos de la radiación. ¡Qué vueltas da la vida!

En el año 2007 vi una película maravillosa llamada Lions for lambs [que recomiendo ampliamente], su contexto me hizo repasar y reflexionar sobre las decisiones más vitales que tomé durante mi juventud. Al final de mi entrega les compartiré el diálogo de la película con el que más me identifiqué. Quiero también concluir esta entrega compartiendo con ustedes que, en efecto, me convertí en adulta sin darme cuenta, en el proceso tomé decisiones que aún hoy me esfuerzo por cambiar. Gran parte de la fortaleza para hacer mis cambios la he tomado escribiendo este blog, otra parte importante ha surgido al compartirlo con las personas que también estudiaron en la ex Unión Soviética. Fundamentalmente con el grupo Kiev 1988. 


Reproducción del diálogo final entre el Profesor Malley y el alumno Todd Hayes
P.M. -Las decisiones que tomes ahora sólo se podrán cambiar con años y años de 
         esfuerzo. 
         Y en esos años tú cambiarás. Todos cambiamos con el tiempo. 
         Te casas, te endeudas... Pero nunca serás la persona que eres ahora. 
         Y la promesa del futuro y el potencial son caprichosas, y puede que desaparezcan. 
T.H. -¿Supone que ya tomé una decisión y lo lamentaré?
P.M. -Sólo digo que ya eres un adulto. Y lo difícil de ser adulto es que empiezas a serlo 
         sin darte cuenta. Cuando ya tomaste un montón de decisiones. 
         Pero debes saber, Todd, que no te vigila ningún salvavidas. Estás solo. 
         Y las decisiones que tomas ahora son tuyas y sólo tuyas desde ahora hasta el final. 


O como dice nuestro Rubén Blades:
Decisiones, cada día
Alguien pierde, alguien gana, ¡Ave María!
Decisiones, todo cuesta
Salgan y hagan sus apuestas ciudadanía.