15 de diciembre de 2015

Primeras vacaciones

Parte 1

Una mañana de enero llegó un autobús a la residencia de la Podfak. Quienes escogimos la casa de descanso para pasar las vacaciones de invierno estábamos listos en la sala de espera. Abordamos el vehículo y llegamos a nuestro destino como en una hora y media, tal vez en menos tiempo.

El lugar me pareció genial, se dividía en la sección para mujeres y para hombres, que eran mayoría. Por cada grupo de habitaciones había una estancia con televisor; las duchas estaban en otra sección. Las partes que componían la casa de descanso tenían jardines, que en condiciones de invierno no estaban esplendorosos pero se veían cuidados.

Yo compartí habitación con Sayonara, de Ecuador, muy cerca estaba Alina y Diana, que iluminaba el pabellón con su luminosa y alegre sonrisa. En el centro de todo estaba el comedor general y el sitio estaba cercado por una barda y una gran puerta. También teníamos una sección amplia de bosque que finalizaba en un pequeño lago. El paisaje era prometedor.

Recuerdo esas vacaciones como algo maravilloso, aunque mis asuntos, como los de otros alumnos no eran perfectos. En ese lapso debí asistir a clases de matemáticas para poder aprobar física, y también tuve algunos asuntos que resolver con el ya famoso “X”, ¿lo recuerdan?

La primera maravilla fue llegar al comedor y encontrar un hermoso “samovar” listo para darnos la bienvenida con té negro calientito; había también unas mesas tipo bufet llenas de comida deliciosa. Todos llegamos a “atascarnos” de comida pues había “varenie” (варенье) para acompañar el chai, pan blanco de todo tipo y también pan negro, además de mantequilla, pelmenie, borsh, kolvasa, piroshki y tantas delicias más.

Con tanta comida pensé que era justo y necesario permitirme alimentarme de manera espléndida y eso hice. Claro que al segundo día tuve la impresión de que me estaban “cebando” para la navidad ortodoxa.

Todos felices saliendo del comedor, hace treinta años. 
La estancia tenía esquís y un amplio campo para ejercitarnos. Todos los latinos nos juntamos y corrimos al lugar indicado para tomar nuestros respectivos esquís. Fue la tarde más deliciosa en muchos, muchos meses. Creo que un cubano rompió enseguida un par de esos patines largos, otro latino más chocó con un árbol y desbarató su equipo.

Curiosamente a mí me fue sencillo adaptarme al ritmo que requería mi paseo con esquís, iba y venía a lo largo del camino con toda soltura, ¡rayos!, ¡cuánta alegría siento incluso al recordarlo!

Por primera vez los estudiantes de la podfak, sobre todo los latinos, estábamos integrados conviviendo. Una de las mejores partes de esas vacaciones fue conocer mejor a Alina y Diana, una tarde me acerqué a su habitación y las encontré leyendo libros de García Márquez que después me prestaron, tenían como música de fondo un clásico de Joan Manuel Serrat llamado “Poema de amor”, pudimos conversar sobre nuestro gusto por aquel catalán y cantar a todo pulmón ese disco tan clásico que también incluía “Balada de otoño”, una canción tan entrañable para mí por el recuerdo de mi hermano Adolfo.


Las charlas con las chicas, llenas de ganas de saber todo y comerme el mundo, me ayudaron a entender un sinfín de cosas sobre los cubanos que llegaron a la Podfak.