Por Fabiola Martínez
Antes de escribir esta entrega intenté recordar, con honestidad, cómo y por qué organizamos una fiesta para celebrar la boda. Hasta el día de hoy, soy de las personas que no disfruta del proceso de organizar celebraciones y tengo poco talento para organizar una reunión de más de diez personas. Mi brindis de boda no fue la excepción. Yo quería algo sencillo e íntimo pero poco a poco a Valery se le metió la idea de hacer algo mayor y, como suele pasar, comenzaron algunos roces por el tema de los invitados de cada uno.
Como yo me hice a un lado de la organización por las razones antes mencionadas, Valery tomó las riendas del evento, pronto, la lista de invitados al restaurante estaba llena de cubanos del KIIGA con sus respectivas novias en turno.
-Oye, no dejaste lugares para que invite a mis amigos.
-Es que si llevas a tu gente no podré invitar a mis compañeros.
-La boda la estamos pagando los dos y por tanto tenemos los mismos derechos, además, recuerda que justo por esto yo no quería una fiesta.
-Bueno, ¿a quién vas a invitar? -Y ahí quedé ahorcada.
Siendo periodo vacacional, la mayoría de mis amigos cercanos estaban paseando o en su país o en Europa. Hubo amistades que pensé invitar antes de la navidad, pero todas salieron. Hasta hoy sigo sin saber por qué no invité, por ejemplo, a mis compañeros de grupo o a mis amigos nicas. Sé que no contemplé ni a Jamal ni a Rashid porque a Valery no le agradaban, bueno, de hecho prácticamente ninguna de mis amistades le parecía adecuada, ya fuera por capitalistas, ya fuera por críticos del sistema o por la causa más frecuente que consistía en tener recelo de todas las personas no cubanas, una forma de pensar muy de los sistemas dictatoriales.
En verdad me arrepiento enormemente de no haber invitado a los nicas, palestinos y a quien me viniera en gana. Me pesa haber cedido por no discutir, los invitados son un punto muy delicado en el que todas las futuras parejas debían estar de acuerdo o aprender a negociar, de lo contrario se convierte en un botín de guerra que comienza a inclinar la balanza a favor de un miembro de la pareja... Mal detalle.
Creo que en este juego de poder yo también ejercí el poco poder que tuve, esto sucedió al empeñarme en que mi ramo fuera de rosas rojas, una flor muy difícil de conseguir en la segunda quincena de enero, me empeñé con necesad y fastidié mucho con ello, al final del día, tuve que conformarme con las flores que se encontraron.
Poco antes del 23 de enero, día de la boda no sabía dónde podía arreglarme y con tantísimo frío no pensé en conseguir alguna estética, salón de belleza o algo parecido. Una amiga de Natasha que pasó las vacaciones en la residencia se ofreció a arreglar mi cabello, por cierto ella, una chica tan agradable y solidaria, no formó parte de los invitados, a pesar de haber salvado un proceso importante del evento.
Natasha, otra amiga y la chica que me peinó me acompañaron y dieron ideas para arreglarme, esa tarde de invierno, a pesar del frío, salí de mi residencia con un vestido de tela delgada y con una gabardina sobrepuesta hacia el consulado cubano en Kiev, lugar donde se celebraría el enlace. Me trasladé en un automóvil rentado para tal ocasión, Natasha fue mi testigo de boda y Nelson la Serna, fue testigo de Valeri.
Una vez que llegamos al lugar, el panorama emocional mejoró y comenzamos a pasarla bien.
Cuando Valery y yo llegamos al consulado ya nos esperaba la mayoría de los invitados. Al final, la inmensa mayoría de invitados fueron cubanos del KIIGA y sus respectivas novias. En la oficina del cónsul también estaba todo preparado, los documentos para la ceremonia, una bebida parecida a la champaña pero no igual y todos los invitados nos llevaron flores, particularmente claveles, que son las flores más aguantadoras, por las dificultades climáticas los ramos no son grandes, casi siembre los букеты (bouquets) eran de una o tres flores, si eres muy desprendido puedes regalar de cinco flores, siempre en número nones, los números pares eran, si la memoria no me traiciona, para las personas muertas.
La ceremonia fue agradable, sin chabacanerías (bromas, palabras o conductas de mal gusto que suelen ser usadas por los isleños) y mucho se debió al comportamiento y personalidad del cónsul, persona muy agradable. El único detalle desagradable surgió porque no dejaron que mi amiga Natasha firmara como mi testigo, por fuerza debía ser una persona cubana y pues, nos ayudó una chica del Pantano que andaba noviando con alguien del KIIGA.
A pesar de lo anterior, el cónsul permitió que Natalia estuviera todo el tiempo a mi lado. Tuve la precaución de contar con dos rollos de película de 36 exposiciones y por eso pudimos hacer fotos durante la boda, después de ella e incluso dentro del restaurante que nos sirvió como salón de fiestas.
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Lectura de acta. |
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Brindis |
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Felicitaciones de una amiga, de perfil vestida de blanco, Natasha. |
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Con los testigos, Natalia y Nelson. |
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Con el Cónsul. |