24 de enero de 2017

"Que siempre haya Sol"

Por Fabiola Martínez

Desde que aprendí mi primera canción en ruso en la facultad preparatoria, (que se titulaba Пусть всегда будет солнце, Que siempre haya Sol ) percibí que la política estatal de la URSS usaba todos los recursos posibles para hacernos saber que cada día y a cada momento estábamos al borde de una guerra nuclear, con los Estados Unidos como principal actor.

Honestamente me fue fácil lidiar con esas historias de miedo permanente porque, en México, los medios de comunicación hablaban día y noche de las tensiones políticas y militares entre la URSS y EEUU, que mantenían al mundo al borde de un ataque nuclear. O dicho de otra forma: el mismo perro pero con diferente collar. 

Saber lidiar con el tema no me eximía del miedo de sentirme amenazada de muerte, después de todo, las campañas de miedo, hasta hoy, tienen un éxito rotundo. "Quien vive temeroso, nunca será libre", dijo sabiamente el poeta Horacio, y es verdad; la política del miedo fue la mejor arma del sistema soviético. Imaginen ustedes a los niños preescolares cantando con profunda convicción:

...Silencio soldado
Escucha soldado
La gente teme a las explosiones
Miles de ojos observan desde el cielo
Labios repiten con obstinación

Que siempre haya Sol
Que siempre haya cielo
Que siempre esté mi mamá
Que siempre esté yo...

Como estudiante extranjera en la URSS, participaba en diversas actividades extra curriculares. Por ejemplo, en 1987 las asociaciones estudiantiles fuimos convocadas a participar en la marcha por la paz y allí estuve. Incluso llevé a un amigo mexicano que me visitaba desde la ciudad de Lvov. Contrario a mis expectativas la marcha se tornó en una hermoso fiesta multinacional.

Kiev 1987, marcha por la paz. En la foto aparecemos, de México, Lucio, del Politécnico;
Mónica, Javier y yo del Instituto Pedagógico. 
A los mexicanos nos tocó desfilar junto a los dominicanos, quienes se llevaron los aplausos y todas las miradas de admiración de los kievitas gracias a la hermosa y sensual mujer que encabezó a sus estudiantes. La popular chica y sus compañeros se desplazaban cantando y bailando merengue como sólo ellos lo saben hacer. Yo también estaba fascinada de ver tanto derroche de alegría y por escuchar el primero y único piropo de boca de un soviético: ¡Какая мулатка! (¡Qué mulata!)

Las niñas soviéticas en uniforme de pioneras caminaban con tremendo porte. En una tarima otro grupo de niñas ejecutó una coreografía muy linda. De ellas admiré su corta edad y su gran capacidad de concentración para no equivocarse en su acto... Y no, no hubo fallas. Al verlas bailar me pareció que además de disfrutar lo que hacían, las niñas daban particular importancia al papel que desempeñaban en su presentación, como si lo único importante fuera ese momento en ese lugar. 

Me sentí feliz, las niñas me hacían recordar mi niñez, cuando contaba con ansias los días que faltaban para mi participación en tal o cual festival. Lo que menos pasó por mi cabeza fue la amenaza de guerra. Todos pasamos una tarde hermosa, el clima, aunque muy fresco, era sensacional. Mi amigo Víctor organizamos paseos por los lugares emblemáticos de Kiev, gracias a su cámara aún conservo testimonios de momentos memorables.

¿Y el miedo? Mentiría si dijera que ya no temo a nada; es difícil salir ileso en un contexto mundial concebido para hacer más profundos nuestros miedos naturales, tomar conciencia de ello es de gran ayuda. Cada ocasión que me siento a recordar mis vivencias, corroboro que el único miedo legítimo para mí es dejar de vivir a plenitud y permitir que las personas, por alevosía, intenten intimidarme.

Por otra parte, el grupo Kiev 1988 (creada en una cuenta de Facebook) y los encuentros personales o virtuales con otros estudiantes de la ex Unión Soviética me corroboran que, a pesar de las políticas internas del gobierno que nos acogió, lo que creció en y entre nosotros no fue miedo, más bien fue una verdadera e inexplicable fraternidad. Gracias a ella entre nosotros hay una confianza tácita, también inexplicable. 

Con un mexicano estudiante de Podfak, no sé si continuó con sus estudios. 

Paseo posterior con mi amigo Víctor, creo que estamos en las fuentes
cercanas a la sala de conciertos. 

En el centro de la ciudad, jardines llenos de tulipanes y fuentes. 

Más tulipanes y mucha agua, tan de Kiev...

Escultura de Bogdan Jmelnitzky. Kniaz (príncipe) que lideró
la unión de Ucrania a Rusia (1648-1654), para liberarse de Polonia. 

No recuerdo el nombre del lugar, pero muestra bien la belleza natural de nuestra ciudad.