13 de enero de 2016

De sanciones, sensaciones y sensualidades

Por Fabiola Martínez

Hace poco más de quince años leí un excelente libro de Erich Fromm, "El miedo a la libertad". Su lectura fue reveladora en muchos sentidos, no sólo por los excelentes planteamientos, también porque con su contenido pude dar forma a tantos y tantos aprendizajes que adquirí durante mi estancia en la URSS, sobre todo aquellos de los que fui consciente desde que elegí ser autónoma y hacerme responsable de mí.

En mi nuevo semestre me di cuenta de cómo en México somos un país que prepondera las formas y no el fondo. Esto viene a colación por mi continuo aprendizaje sobre la expresión corporal a través del baile luego de observar a los compañeros de todos los continentes. 

En invierno, con las muchas tardes de frío y nieve, las visitas entre latinos fue uno de tantos recursos para combatir el aburrimiento, Steven y Jairo se tomaban el tiempo para visitarnos y conversar, con su trato me di cuenta de lo adorables y galantes que son los colombianos, nada que ver con las ñoñerías del mexicano. No había códigos que descifrar, si ellos querían de una mujer noviazgo o sexo, no había que pasarse meses enteros intentando entender "qué quiso decir el pretendiente en cuestión", caballerosamente estos latinos decían lo que sentían y listo. Lo mismo ocurría con los dominicanos, venezolanos y panameños. 

Todo era claro, las cosas se llamaban por su nombre, el baile era baile, el amor era amor o desamor, el sexo era sexo y punto. Su cercanía de Steve, de los panas y dominicanos fue una de las mejores escuelas, yo, como mexicana de la provincia poblana, no debía romperme el cerebro interpretando nada, si quería aprender a bailar eso hacía y punto, eso hice. 

Y bueno, siendo amante de los ritmos latinos, me entregué a aprenderlos, aunque me llevó un tiempo creo que logré la meta a un nivel más que suficiente. En esa etapa de aprendizaje mi amigo colombiano cobró especial relevancia en mi vida, él tuvo la paciencia de enseñarme a bailar un poco de salsa y vallenato luego de haber sentido la urgencia del arrobo causado por el ritmo de Oscar de León y su Mata Sihuaraya, que me compartieron las cubanas durante las vacaciones. 

Entre un baile y otro, entre un ritmo y otro, me di cuenta de cuánta sensualidad reprimida teníamos los mexicanos. En mi experiencia, aprendí también que la vida íntima o sexual de todos y cada uno de los habitantes de la residencia era un asunto que pasaba a segundo plano, lo importante era la expresión sensual en toda nuestra vida, sin cabida para formas, la cuestión era clara y de fondo, sin descubrir nuestra propia sensualidad y sin la capacidad para expresarla en cada ámbito de nuestra vida, perdemos parte relevante de nuestra esencia, como latinos y como humanos. 

En mi humilde opinión, los mexicanos, de tanto mirar hacia el "Norte" y asimilar sus formas y modos como la mejor aspiración que podemos tener, dejamos de ver hacia nuestro interior, dejamos de sentir y escuchar a nuestro cuerpo, dejamos de disfrutar nuestra propia música; en cambio, lo que recuerdo, es un constante juicio morboso a la prácticas del baile de esos sensuales ritmos caribeños.

Cierro esta primera parte de mi reflexión con una cita del libro de Fromm: 


[...] Dentro de nuestra cultura, sin embargo, la educación conduce con demasiada frecuencia a la eliminación de la espontaneidad y a la sustitución de los actos psíquicos originales por emociones, pensamientos y deseos impuestos desde afuera. (Por original no quiero significar, como ya se ha señalado, que una idea no haya sido pensada antes por algún otro, sino que se origina en el individuo, que es el resultado de su propia actividad y que en este sentido representa su pensamiento.) Para elegir un ejemplo al azar, una de las formas más tempranas de represión de sentimientos se refiere a la hostilidad y la aversión. [...]