Por Fabiola Martínez
Con el dinero enviado por mis padres a través de Martha tomé dos importantes decisiones: Viajar a México en el verano próximo y sacrificar diez dólares para buscar un poco de mi esencia. ¡Grandioso, ya tenía dos grandes proyectos!
Aún en esta época de mi vida, he llegado a cuestionar mi decisión de viajar a México en mis primeras vacaciones de verano en vez de ir a conocer algún país de Europa (todo esto gracias a los auspicios de las ventajas del tipo de cambio en el mercado negro). Elegir México significó contar con la posibilidad de recargar pilas en mi área emocional, responder a la urgencia fundamental de hacerme de ropa a mi medida y todo lo mínimo indispensable para sobrevivir en Jarkov o en cualquier otra ciudad: toallas sanitarias, shampú, desodorante, etcétera.
Claro que mis compañeros de la ex URSS dirán que en Europa pude comprar todo eso, y tendrán razón en su afirmación, pero yo opté por volver a ver la mirada amorosa de mi madre, el calor del hogar... Para el mes de febrero de 1986 el tiempo de verano estaba resuelto.
La ejecución de mi segundo proyecto consistió en buscar mi esencia, paso fundamental en la reconstrucción de mi autoestima y, sobre todo, un recurso urgente a través del cual expresar mi condición femenina: el efluvio de alguna fragancia con la que establecería una relación íntima para continuar la definición de un estilo propio, una manera única de ser mujer. Sí, tal y como lo están leyendo, una importante decisión fue sacrificar diez dólares para ir a una "Berioshka" a comprar un perfume.
Desde mi tierna infancia fui sensible a los aromas, me desagradaba el olor a sucio y viejo, y adoraba el olor a limpio, a flores, a campo y a perfume. Aún en la actualidad, el varón que tiene la capacidad de hacer voltear mi mirada no es el que mejor se ve, sino el que mejor huele.
Berioshka era el nombre que recibían todas las tiendas de la URSS que podían vender artículos propios del llamado "Occidente", vino, jabón, perfumes, carnes frías, joyería fina, ámbar y los muy apreciados abrigos y gorros de piel rusa.
Las opciones de perfumes eran pocas, si las comparamos con las de tiendas departamentales de México como Liverpool, Palacio de Hierro, Sears e incluso Suburbia o cualquier perfumería común y corriente... Así que, considerando mi presupuesto y la oferta, opté por un Chanel No. 5, considerando aquellos milagros infalibles que hizo con Marilyn Monroe.
Mi Chanel y yo establecimos una relación íntima y estrecha desde antes de salir de la Berioshka, no podía estar más feliz, ahora ya contaba con el efluvio que estimularía mis sentidos hasta la última gota. Chanel 5 y yo establecimos una cita puntual cada noche, después de acudir a la ducha, dos o cuatro gotas se acurrucaban en mi cuello y me hacían soñar en la delicia.
En la vida cotidiana dentro de la residencia estudiantil no sólo desarrollé más expresiones de mi femineidad, también advertí las expresiones de mis pares, sobre todo las de las mujeres latinoamericanas. ¡Qué descubrimiento tan maravilloso observar, pertenecer y participar en un mundo tan mágico y misterioso como el femenino!
Una vez que todos o la mayoría superamos los estragos de adaptación al primer invierno ucraniano, descubrí que uno de mis más sorprendentes aprendizajes fue advertir cómo, sin importar el poder adquisitivo o posibilidades de mercado de cada país, mis compañeras colombianas, venezolanas y cubanas, principalmente, ponían especial esmero en su arreglo personal, en todos aquellos sencillos detalles que lograban desviar hacia ellas las miradas de los varones; pero sobre todo, en el cuidado de sus aromas, siempre limpias, siempre olorosas a flores frescas.
Contrario a los aprendizajes que intentaban imponer los recalcitrantes marxistas leninistas de mi escuela preparatoria y de la UAP, Universidad Autónoma de Puebla, los ideales y la politización de la persona no tienen por qué estar peleados con los diversos caminos que tenemos las mujeres para sentirnos y reafirmarnos como tal.
Como suelo decirlo en los libros de texto de mi autoría (compartida con Enrique González Ruelas), una de las primeras expresiones de la diversidad es la que se deriva del ser hombre y el ser mujer, cada persona debe sentirse en libertad de asumirse como uno u otro y expresar su identidad sexual. Sé que, en la historia, muchas mujeres trabajaron duro y hasta desfilaron sin sostén para que yo goce hoy de infinidad de libertades que ni mi madre ni mi abuela tuvieron, se los agradezco infinitamente, no obstante, me resisto a limitarme el gozo de las delicadas fragancias femeninas y del placer de ver y portar tan hermosa lencería.