30 de enero de 2018

Porque el mío es más grande (parte 2)

Por Fabiola Martínez

El sol de un atardecer de este frío invierno trajo a mi mente un recuerdo revelador de mi niñez, el feliz día en el que me percaté de que existían otros lugares además de mi pueblo, la ciudad de México y de mi país. Es indescriptible la maravilla de la niñez, cuando todo es nuevo y revelador. Es un recuerdo muy presente a lo largo de mi vida, tal vez pudo ser el germen que me llevó a desear fervientemente conocer otros lugares del planeta y logré apenas dar unos pasos...

El verano de 1989 preparé mi viaje a México motivada por mi inminente boda. Empezaba la cuenta regresiva de mis últimos días con Susi y Nacima. Susana, aunque tenía a cuestas todo el peso de una educación rigurosa del Bajío mexicano, tenía un enorme ímpetu por conocer el mundo, por eso me propuso ir con ella a Grecia, viajaría mochila al hombro pernoctando el aquellos famosos lugares que cobraban unos cinco dólares por dejarte dormir en tu propio sleeping bag y un par de dólares más por un locker para guardar las mochilas. 

Los ojos de Susi no cabían de la emoción y yo la decepcioné porque nunca fui completamente una amiga para ella y lo necesitaba. Creo que organicé mi viaje a México con Martha. Nos costó mucho trabajo conseguir boletos de avión, simplemente íbamos a Intourist y quedamos en lista de espera proque los vuelos a México estaban agotados hasta por meses. ¿Qué rayos pasó? Ni idea, pero nos empeñamos en conseguir boleto y logramos entrar en la lista de un vuelo charter. ¡Menos mal! 

Los vuelos a México siempre despegaban alrededor de las 12 de la noche, nosotras llegamos unas tres horas antes por aquello de la seguridad del transporte, quisimos documentar enseguida y esperar dentro, pero esa noche todo estaba de cabeza. La sala estaba atascada de gente llena de enormes maletas, todos parecían soviéticos pero hablaban un idioma desconocido para nosotras. 

La fila para documentar avanzaba con mucha lentitud, primero porque las maletas eran enormes y numerosas, la gente pagaba el sobrepeso pero aún así enfrentaban dificultades y tenían de elegir las cosas para dejar. De entre la multitud sobresalían las mujeres robustas, algunas de ellas llevaban pañoletas en la cabeza, ellas eran las que más peleaban el asunto del equipaje y también peleaban porque los aduaneros les revisaba exhaustivamente todo: TODO. 

-¿Sabes qué está pasando? -preguntó Martha a una soviética que andaba por ahí. 
-¡Ah, sí!, ten calma, se tardarán, están saliendo del país los armenios. 
-¿Y por qué los revisan tanto?
-Porque tienen salida definitiva y lo que quieren saber es si llevan más oro del que están declarando y está permitido. 
-¿Qué tanto oro pueden tener?, además ya no venden oro en las tiendas, desapareció 
-Los armenios siempre tienen oro, compran oro y por eso son ricos. Ha pasado con todos los vuelos a México.
-¿México?, ¿quiere decir que migraran a mi país?
-No, ellos viajan a México porque ya no encontraron vuelos directos a los Estados Unidos y México es lo más viable. 

En el altavoz se anunció el retraso de nuestro vuelo y dejamos de conversar con la soviética. Centramos la atención en observar lo que sucedía y de paso enterarnos si alguien era sorprendido con más oro, pero no vimos nada. Teníamos sueño, estábamos cansadas y hambrientas. Enfadadas con el personal de aduana, Martha y yo dijimos refunfuñando: "A no ser que quieran quitarles el oro de los dientes no creo que les encuentren más oro del reglamentario". 

Me acosté en el piso y usé mi maleta como almohada, Martha era más pulcra que yo y sólo se sentó junto a mí. Conversando con mi amiga, recordamos lo poco que sabíamos de Armenia: era una de las 15 repúblicas de la URSS y que se encontraba en aquellos lugares donde ningún latino quería ir, pues no era parte de Europa (pensábamos con un aire de desprecio). Por más que elucubrábamos las causas de ese éxodo armenio, nunca supimos la causa. 

Hasta hace menos de un año, por el interés de escribir este blog, comencé a investigar sobre las causas del éxodo armenio y supe que fue ocasionado por un fuerte sismo en el año de 1988. En esa búsqueda he hallado hermosos documentales sobre ese país, y sólo ahora, con plena conciencia de los hechos, siento pesar por mí. Estando tan cerca de una de las culturas más maravillosas en la historia del mundo, nunca moví un dedo por conocerla, es más, ni sabía de todas las maravillas de ese país, tampoco sabía nada de Georgia. 

En esas tierras se elaboran exquisitos vinos, en sus tierras se han encontrado los restos de vid más antiguos del mundo. La cultura armenia inició tres mil años antes de nuestra era, el territorio y quizás su gente fue parte de la historia persa, griega, romana y otomana; se autodenominan la tierra de Noé porque dicen que en el Monte Ararat (que les fue arrebatado por los turcos), encalló el Arca de Noé y fue en sus tierras donde éste personaje inició el cultivo de la vid. Fue el primer país del mundo en adoptar el cristianismo como religión oficial, por eso su iglesia es una de las que tiene el privilegio de celebrar el Fuego Nuevo en el Santo Sepulcro de Jerusalem. 

Sobre Armenia y Georgia hay mucho por conocer... ¡Y sí!, esta reflexión trae al presente, otra vez, mi malestar por estar a merced de una educación reduccionista, la que recibimos los países dominados por el eurocentrismo, ¡qué calamidad la nuestra! 

En mi ceguera cultural, perdí la oportunidad de visitar un lugar fundamental en la historia de la humanidad: el Cáucaso. Creo que me habría asombrado tanto o más que la primera vez en mi infancia al ver esos monasterior de Nagorno Karavaj,  los antiguos libros de la biblioteca de Yerevan o maravillarme con la magia de la zona arqueológica Zorats Karer. 

Hoy por hoy, miro los documentales y lamento tanto mis elecciones, me digo : "¡Qué bruta eres, al menos hubieras ido a Grecia con Susana!  Dice una frase del filósofo nacional Juan Gabriel "Dios perdona a todos pero el tiempo a ninguno", así que seguiré buscando documentales para, al menos, nutrir mi espíriu.