3 de mayo de 2016

"La vida de los muertos perdura en la memoria de los vivos" [M.T. Cicerón]

Parte 2

Por Fabiola Martínez 

ANCIANA. Llévame y ven conmigo...
JOE. —Pero yo no estoy solo aquí; alguien quiere que me quede.
ANCIANA. —Me alegra por ti, como si hubieras venido de vacaciones a la isla... El sol no te puso rojo, sólo te tostó [...], no tiene nada de raro, pasa todo el tiempo. Así que llévate un lindo retrato pero no te engañes, aquí también estamos más solos que nada, si tenemos suerte, tenemos un lindo retrato para llevarnos. 
JOE. —¿Tú tienes un lindo retrato?
ANCIANA. —Sí. 

Meet Joe Black? es una película del año 1998, de ella me encanta el enfoque sobre la percepción de la muerte, además de tener diálogos sencillos y llenos de realidades sobre el qué y el cómo los humanos nos aferramos a la vida en las condiciones que dicta el ciclo la naturaleza de nuestra base biológica. 

El diálogo que uso al inicio me gusta mucho para continuar con mi tema, porque nuestros muertos perduran vivos en la medida que tenemos recuerdos, memorias o el "lindo retrato" de ellos. Quizá por esto, y para no olvidar la barbarie de la que sólo los seres humanos somos capaces, existen días de conmemoración, como el 9 de mayo Día de la Victoria, mismo que otros europeos conmemoran el día anterior sólo por ajustes de los husos horarios. 

Pienso que, independientemente de la función conmemorativa que originalmente tuvieron las llamadas Tumbas del Soldado Desconocido, la visita a cada impactante lugar me invitó a pensar que veinte millones de muertos es una suma muy grande aún para un país tan basto como la Ex Unión Soviética, que si Steven Spielberg no tuviera tan acaparado el tema de la Segunda Guerra enfocada hacia sólo hacia el Holocausto judío (con unos seis millones de muertos, cifra enorme y ofensiva pero no exclusiva), podrían hacerse excelentes documentales o películas basados en testimonios o hechos históricos de la muy lastimada Polonia, por ejemplo. 

Pero más importante aún, esos sitios de conmemoración me hicieron pensar que cada persona enterrada allí era amigo, hijo, hermano, esposo o mujer de alguien. Que su muerte, ya fuera en batalla, por bombardeo o simplemente por hambre significó, para alguien, la pérdida de un confidente, de un irremplazable amigo o bastión familiar o social. 

Desde mi experiencia, la muerte de un ser amado por consecuencias de la vejez o el desarrollo de una enfermedad grave, como el cáncer, es un suceso indeseable e incluso impensable que tarde o temprano aceptamos por ser parte de la ley de vida. La muerte por guerras, limpiezas étnicas, rapacidad, dominio, control o simplemente porque vender armas a gran escala es uno de los mejores negocios del mundo y activa la economía de las potencias económicas del planeta forma parte de los actos más humanos y aberrantes que se puede pensar, pues sólo el humano fabrica y negocia con la vida y la muerte, ningún otro animal o ser vivo sobre la Tierra. 

Hoy en los noticieros se recordó la destrucción de la emblemática Palmira, acontecida hace poco. Horrorizada me di cuenta que en ningún lugar de la civilizada Europa hubo expresiones de rechazo a tan irreparable pérdida del patrimonio de la humanidad. No apelo a la conciencia de los estadounidenses de a pie porque quizá no logran ubicar en el mapa dónde está Palmira. En Latinoamérica estamos muy ocupados en nosotros mismos y dar valor a todo aquello que divierte, hace bullying o se convierte en trending topic que en tomar conciencia de todo el patrimonio humano que se pierde día con día, incluido por supuesto, el nuestro. 

En un mundo globalizado ¿Cómo podemos conservar nuestra memoria colectiva con la pérdida constante de lugares tan valiosos como las ciudades antiguas de Palmira o la destrucción incesante de Iraq, nuestra antigua Mesopotamia? 

Incluir en la educación el valor de la paz parece una tarea imposible, pero hasta el último aliento conservo la esperanza, sí y sólo sí la educación de los valores universales se realiza de manera tal que se convierta en un aprendizaje significativo y no sólo para llenar la currícula escolar. 

Se me ocurre que, ahora que se acerca el aniversario del Día de la Victoria, en una conmemoración a escala mundial, se incluya (además del genocidio de judíos, comunistas y homosexuales, principalmente de Polonia y Europa del Este), la mención de otras emblemáticas masacres ocasionadas por los apetitos humanos, como el genocidio armenio, el de Ruanda, de Guatemala, Camboya, China (bajo el dominio de Mao Tse Tung) o el Golodomor ucraniano. 


Si no conocemos el valor de la paz, ¿es posible construir una vida plena y digna donde cada individuo pueda obtener para sí un "lindo retrato" que pueda llevar a la hora de su muerte? A mi edad y con la afortunada vida que he tenido, ya tengo varios retratos lindos que llevar si hoy me tocara rendir cuentas ante Dios, eso no significa que quiera morir ahora pero digamos que ya he vivido, tengo una historia que contar en la que predomina la ilusión por la vida y la esperanza de poder forjarme un futuro. 

Creo que como adultos, es hora de ocuparnos en el tema para que los niños y jóvenes de México y de tantos y tantos lugares del mundo que viven sumergidos en la violencia y los conflictos armados, tengan la oportunidad de obtener para sí, mejores condiciones de contar con lindos retratos ya sea para llevar o para compartir.