22 de diciembre de 2015

Primeras vacaciones


Parte 2
Por Fabiola Martínez

Mi curso de regularización fue breve porque el profesor se tomó el tiempo para conversar conmigo y explicarme la importancia de aprobar su asignatura. Caminando al aire libre fue sencillo hablar del error al asignarme universidad y mi proceso de cambio de carrera, afortunadamente todo se resolvió con bien para mí.

Entre desayuno y comida hubo tiempo suficiente para compartir, sobre todo con Diana, Alina y Sayonara. Tengo presente la ocasión en que a todas se nos antojó comer galletas rellenas de crema y salimos a la tienda más cercana sin tener éxito, así que nos consolamos comprando caramelos.

Con frecuencia yo iba a la habitación de las cubanas y las veía bailar salsa, o casino, como se le dice en Cuba a ese ritmo. A todo ese grupo le encantaba la música de Oscar de León, pero antes de ponerla me explicaron que, de cierta manera, lo que estaban haciendo era incorrecto, pues en la Isla estaba prohibido escuchar a Oscar de León.

-Si está prohibido entonces, ¿cómo lo conocen?
-Porque él fue a Cuba y causó tremenda sensación, a todos los cubanos nos gustaba, pero luego se supo que fue contratado por Pinochet para tocar en su cumpleaños.
-¿Y eso qué?, sí, Pinochet es un dictador pero el hombre es un artista. No entiendo.
-Pues a Fidel no le gustó, salió a dar un discurso y lo criticó, prácticamente dijo que era un traidor y declaró que a partir de ese momento quedaba prohibido tocar su música en la radio.
-Pero en sus casas ustedes pueden…
-Eso se ve mal, sobre todo si eres miembro de la “Juventud” o del Partido Comunista.

A esa lista de prohibidos entraba Julio Iglesias, por la misma razón que Oscar de León; Celia Cruz también estaba prohibida. En tanto mis dos neuronas asimilaban la situación, las chicas aprovecharon para reiterarme que ninguno de ellos podía establecer relaciones cercanas o estrechas con personas de países capitalistas.
-Y entonces… ¿“X” tiene problemas por andar conmigo?
-Bueno chica, la situación con México es diferente, Fidel salió de tu país en el Granma para hacer que la Revolución triunfara… -Y así comencé a conocer la historia oficial de esa Revolución.

Una noche después de cenar, los cubanos de la sección varonil organizaron una “fiesta”, que en su entender consistía en tomar cerveza al tiempo, fumar, escuchar música y, eventualmente, bailar, al mismo tiempo que gritaban desenfrenadamente cada vez que colocaban una ficha de dominó sobre la mesa.

Ese ambiente no era de mi agrado, los gritos y “guaperías” que tanto caracterizaban a los cubanos me alteraba, también me alteraba fungir como “novia”. En mi interior me reprochaba por haber aceptado una relación sin estar convencida, más bien motivada por la indagación.

De repente me pregunté, -¿qué hago aquí pudiendo estar echada en la cama leyendo un libro o conversando con Sayo o haciendo cualquier otra cosa?-, así que decidí a dejar el lugar y me despedí.

Los cubanos mayores, que eran de otro instituto comenzaron a fastidiar a “X” con recursos lingüísticos que cuestionaban su hombría. Mientras más los escuchaba más se fortalecía mi decisión de abandonar la “fiesta”. A “X” sus compatriotas lo pusieron en jaque y se vio obligado a pedir que me quedara… Me negué, entonces insistió en acompañarme y yo me dije, -¿perdió la razón?, si sólo cruzaré el patio y aquí es un lugar muy seguro.

La suma de circunstancias me puso de mal humor y fui muy cortante con “X”, quien me siguió hasta la salida y me detuvo, estaba molesto, luego me preguntó,
-¿Por qué me haces quedar mal con esa gente?
-A mí ellos no me importan, no me gusta y me voy.

Ese fue el fin de nuestra corta historia de amor de tres o cuatro días. Tardé un poco en comprender que el machismo en Cuba era asumido y practicado de una manera diferente y más cruda que en México, pues pronto supe, por ejemplo, que la homofobia no sólo era bien vista sino fomentada por el mismísimo Comandante en Jefe.

En el albergue de invierno había un teatro, de hecho prácticamente en todas las escuelas había uno. Todos los años los profesores organizaban un festival cultural y trabajaban con los estudiantes porque todos debíamos presentar un número relacionado con la cultura de nuestro país.

Se organizó una buena variedad de números, sobre todo de África. Debido a que de América Latina sólo estábamos los cubanos de la Podfak, Sayonara y yo, los maestros decidieron juntarnos a todos para cantar como cubanos y ensayamos un arreglo bilingüe de la emblemática canción chilena “El pueblo unido jamás será vencido”.
En el teatro de la casa de descanso de Jarkov cantando "El pueblo unido".

Primero, la solución de los maestros me extrañó, la canción no necesariamente nos representaba, por lo menos a mí no, pero después me divertí con ello porque, al final, ¿qué significa ser latinoamericano?, ahí inicié una camino hacia el desentrañamiento de ello. A partir de entonces y para el resto de mi vida, esa vivencia inició el proceso de formación de mi verdadera identidad latinoamericana, de la cual me siento particularmente orgullosa.

Pd. A todos los que este 25 de diciembre de 2015 celebran Navidad, envío un abrazo lleno de esperanza. También les comparto mi gratitud por estar colmada de bendiciones y por reencontrarme con una persona especial con la que compartí andanzas en la ex URSS.