Por Fabiola Martínez
En los primeros meses de mi curso inicial estudié, de manera intensa, el idioma ruso, fonética y una asignatura llamada algo así como ruso contemporáneo. Mis compañeros fueron Khema, de Campuchía; Propxan, de Tailandia, Mohamed, de Siria; Rashid y Djamal, de Palestina y una chica de Malí cuyo nombre no recuerdo ahora.
La foto que ahora comparto nos la tomaron en el instituto para ponerla en un muro de noticias como reconocimiento por las calificaciones obtenidas en grupo por aquella temporada.
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El grupo con los profesores de fonética y ruso contemporáneo. aquí sólo faltó Mohamed. |
Desde el inicio de clases Djamal se mantuvo muy cercano a mí y a las latinoamericanas del nuestro grado. En principio su cercanía estuvo motivada por los estereotipos que escuchó sobre las latinas, sin embargo él se convirtió en uno de mis nuevos mejores amigos.
Para no perder el hábito de trotar salía todas las tardes buscando los mejores sitios arbolados. Honestamente no tuve que buscar mucho, Kiev era una ciudad verde y por ello, muy cerca de mi residencia había un enorme parque que incluso, si la memoria no me traiciona, tenía un pequeño lago.
A mí me gustaba recorrer los senderos internos e incluso meterme entre los árboles para disfrutar el efecto visual de los rayos del sol pasando entre las ramas. A finales de septiembre el cambio de tono de las hojas de los árboles nos avisaban que el otoño estaba por llegar, ¡qué maravilla!
A menudo sucede que, cuando olvidamos algo, lo evitamos o simplemente no nos percatamos de los alcances de ciertos sucesos, actuamos como si asuntos de verdadera relevancia no hubiesen ocurrido y así me pasó con el tema de la explosión nuclear de Chernobil.
Gracias a Dios, antes de que las hojas comenzaran a caer, los maestros del Instituto iniciaron una campaña de prevención. Ellos sabían que a los extranjeros nos gustaba caminar en los parques y disfrutar de la sensación producida al pisar las hojas de los árboles. Este año no debíamos hacerlo. En primer término porque se decía que, ante la cantidad de radiación que llegó a Kiev, las hojas de los árboles podían ser las más contaminadas gracias al proceso de fotosíntesis (yo no sé si esto es realmente así pero esa fue la explicación que yo recuerdo, ya los chicos de ciencias compartirán su punto de vista)
Otro hábito de prevención que debíamos desarrollar consistía en llegar a la habitación y enjuagar las suelas de los zapatos. Yo lo hice todo tal como me lo indicaron pero, hasta cierto punto me negaba a aceptar el tema de las hojas de árbol, cuanta necedad e inconsciencia...
Continué trotando por los senderos del parque todas las tardes y, antes de desobedecer las indicaciones opté por observar lo que la gente hacía allí. En efecto, todos los niños y adultos evitaban el contacto con la tierra y las hojas que comenzaban a caer.
De un día para otro llegué al parque y el suelo se veía tapizado de hojas en diversos tonos de amarillo y café... De la felicidad pasé al asombro, pues apenas avancé unos pasos vi a varios hombres vestidos, de pies a cabeza, con un traje gris y casco con careta. Ellos estaban recogiendo con un pincho todas y cada una de las hojas del parque, que luego metían a una especie de costales que echaban a un camión.
Envuelta en mi muy mexicana cultura del sospechosismo dejé de trotar y seguí caminando para averiguar si esa labor se restringía a un área específica. No fue así, en todo el parque se realizaba la misma labor, que se extendió al menos una semana.
Me he percatado que lo referente a desastres nucleares o ecológicos, las personas solemos olvidar pronto, también solemos distraernos de la magnitud de sus consecuencias una noticia de la vida personal de algún famoso o político sale a la luz. Como el plagio que hizo el ex presidente de Hungría en su tesis o el que hizo Peña Nieto en la suya.
Creo que quienes dirigen el destino de nuestro planeta conocen esa tendencia nuestra de quitar los ojos de lo relevante y ponerlos en la vida de otros. Pocos se preocupan de la destrucción del Amazonas, de las consecuencias de la explosión nuclear en Japón, de la rapacidad que se hace contra los recursos naturales de África y de México.
¿No lo creen?, les propongo algo, yo no tengo elementos para saber si el presidente de México o Hungría cometieron plagio, no dudo que quien los acuse sepa de cierto lo que dice, lo relevante son los hechos. Sé de alguien que puede proporcionar hechos que demuestran que cierto ex político y ex empresario no hizo su tesis de licenciatura ni posgrado, seguramente otras personas tendrán pruebas fehacientes de hechos similares, pues en México es costumbre que políticos y gente con dinero cometan esos mismos deslices.
¿Se comprometerían de principio a fin a promover conmigo la anulación de su cédula profesional con todo lo que implica en términos de proceso y sus consecuencias?, ¿se comprometen a evidenciar a las personas que han cometido fraude en sus procesos universitarios y de titulación?
Propongo que nos ocupemos de ellos, sí, pero que no perdamos de vista lo relevante, lo vital, lo que verdaderamente nos mata. Estamos perdiendo a nuestro planeta y estamos permitiendo que nos ahoguen en pequeñeces, al final de cuentas, el burro e ignorante así es y así morirá porque puede engañar a todos, pero en no se puede ocultar de su propia verdad.
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