Por Fabiola Martínez
La siguiente tarea restante en mi apresurada mente, consistió en organizar la entrega de mi habitación. Durante el tiempo en que esto sucedía, el cambio de divisa por rublos había crecido aceleradamente y el pago por dolar en el mercado negro equivalía a 75 rublos, una verdadera fortuna; me permitió vivir y comer con bastante comodidad.
La hora señalada me reuní con una de las encargadas o administradoras de la residencia, una mujer bonita y a la vez ruda, con una hija adolescente y mal carácter. Ella tocó a mi puerta y comencé a explicarle que dejaba un refrigerados (mini), alfombra, parrilla, librero improvisado y ropa de cama que yo había comprado hacía dos años, etcétera, etcétera.
Dejaba también gorros, bufandas y un abrigo ligero que me había conseguido mamá en Estados Unidos, además de dejar el abrigo pesado y gris que había recibido a mi llegada a la URSS. Si bien, como lo he dicho en diversas ocasiones, era horrible y pesado, formaba parte de mí historia y me pesaba dejarlo.
Yo tenía conciencia que emigraba a un lugar totalmente opuesto, con clima tropical, playa y sol infinito, pero no podía soltar esas prendas, sentía pesar. Mientras le hablé a la mujer de lo que dejaba, percibí una expresión facial de triunfo, de algo logrado... Algo equivalente a una expresión mexicana de: ¡Ya chingué!
Vivir con tanta prisa, tener una fijación mental de llegar a un punto sin percatarme de mi entorno o de mi gente tuvo consecuencias que evalúo como negativas; porque me di cuenta que, mi prisa era tal que me olvidé de vivir. Tal vez recuerdo puntos fundamentales, como gestionar mi billete de regreso (gratis), porque así estaba estipulado en el convenio de mi beca, pero pareciera que se me borró la mente.
Recuerdo que tenía comunicación constante con Riita, Natasha y sus parejas. Coincidí un poco más con Bassem (de Líbano) y un poco menos con Murad (Marruecos). Carlos, por iniciativa personal estuvo muy cerca de mí y tal vez con él conversaba mucho más sobre mis sentimientos y emociones.
Como parte de mis preparativos llamé a Tania Pilshikova a Moscú, para pedirle que me dejara llegar al departamento de ella y sus padres para pernoctar, pues yo debía hacer un par de gestiones en la embajada -relativas a mis apostillamientos. Como siempre, las puertas de su hogar se abrieron para mí. Tania me dijo que no estaría en Moscú porque viajaría a Bulgaria con unas amistades y sólo me pedía llamar a sus padres para avisarles exactamente el día que llegaba.
Creo que la noticia del viaje de Tania fue algo tan impactante que me obligó a detenerme a ver que la URSS experimentaba cambios más drásticos que los que imaginé, claro, yo vivía sumergida en mi mundo.
Dichos cambios eran de esperarse después de la caída del muro de Berlín ya nada fue igual. Muchos soviéticos viajaban con menos preguntas y trámites a los países que aún formaban parte del bloque, la gente en la calle comenzaba a compartir lo que pensaba.
Si no mal recuerdo, hacía poco tiempo que ya había sucedido el gran acontecimiento del siglo XX, la inauguración del primer McDonald´s en una avenida principal de Moscú, cerca de la Plaza Roja. Increíblemente la llamada a Tania me hizo reflexionar sobre la cantidad de cambios que se vivía en mi segunda patria, pues jamás imaginé ver una transnacional en el corazón del país...
Una vez que ya tuve asegurada mi pernocta, compartí con Carlos mis planes.
-¿Te vas sola a Moscú?
-Sí, no estoy enferma, sólo estoy embarazada.
-¿Ya viste la cantidad de cosas con las que viajarás? (una pregunta importante que ni Valeri me había hecho a pesar de llevar en mi vientre a su hijo), es imprudente que viajes sola, ¡ya tienes siete meses de embarazo!
-Yo te acompaño.
-¿En verdad? -hice la pregunta con mucho asombre, pues hacía tiempo no recibía de un varón tanta atención sobre el proceso que vivía.
No recuerdo cómo fue, pero el día acordado, Carlos y yo teníamos boletos en el mismo camarote para viajar a Moscú. Recuerdo que Natasha y Riita llegaron a mi habitación para despedirse, mientras Carlos bajaba las maletas desde el piso 8 y luego fue a buscar un taxi.
Las tres amigas permanecimos unos minutos en el amplio espacio de la recepción, todas conteníamos nuestros sentimientos, yo mi prisa y ellas, la realidad de que se trataba de una despedida definitiva, nunca más nos veríamos, cada una tomaría un rumbo distinto.
Natasha, nos abrazamos y besamos con cariño, también nos dimos un beso. Luego me volví hacia Riita y la abracé fuerte, nos dimos un beso en la mejilla y luego intenté verle la carita por última vez.
Con los ojos cristalinos la escuché decir: уходи, это очень тяжело (vete, esto es muy difícil). Miré hacia la recepción de la residencia, la babushka en turno nos observaba, miré hacia la salida y salí feliz y con premura. No me despedí de nadie, me olvidé de todo y de todos, simplemente dejé de vivir por darme espacio a la prisa.
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