Por Fabiola Martínez
Envuelta en conversaciones interesantes, casi ni me percaté de los sucesos relevantes del viaje, como el cambio de ruedas del tren, el pase de migración y aduana o el paisaje. Llegamos a Bratislava entre las ocho y las nueve de la mañana y ahí nos esperaba sonriente el tío de Valery, T., quien nos instaló en su apartamento y nos preparó un delicioso desayuno. Por la fecha que puse al reverso de mis fotografías, parece ser que llegamos a Bratislava el 21 o 22 de diciembre de 1989.
Para esa visita mis expectativas consitían en repetir la visita a lugares que había disfrutado en mi primera visita en verano, como café y pastel en espacios abiertos, o una actividad citadina activa. Por eso quise visitar el centro de la ciudad, la parte histórica. Como no calculé los efectos del invierno, al llegar al centro me topé con calles prácticamente vacías.
En ese año parece que en lugar de nevadas sólo hubo agua nieve y temperaturas entre 1 y 0 grados celsius. Teníamos pocas opciones, así que decidimos entrar a una tienda donde vendían de todo, comida, ropa, muebles... El lugar era muy bueno, mucho mejor que los de Kiev, donde, como ya lo mencioné, comenzábamos a padecer la falta de productos básicos.
En esta ocasión fui mejor preparada con cámara y rollos de película a color, por lo que pude tomerme fotografías en la ciudad en diversos momentos del paseo. Valery calculó la hora de llegada de su tía S., y programamos hacer la siguiente parada en de departamento, muy cercano a la residencia donde vivió su padre cuando llegó a Checoslovaquia a estudiar la carrera.
El recibimiento fue amable y lleno de comida caliente y rica, allí nos dio el encuentro el tío T., quien llegó con sus hijos. En la sala todos comenzaron a contarle a Valery el reciente gran suceso, las protestas que marcaron el principio del fin de la era socialista, proceso conocido mundialmente como la revolución de terciopelo.
Al momento de la conversación los adultos de esa familia todavía expresaban la intensidad de sus emociones, también se podían apreciar los sentimientos encontrados de S. y T., una con mucha precaución que rayaba en el temor y el otro con grandes esperanzas de un verdadero cambio permanente.
Tal vez para desviar la consersación o como consecuencia de una reacción muy femenina, S., planteó la gran pregunta: Cómo organizarían nuestras pernoctas. Mi interacción con las personas de esa familia no fue tan complicada como pensé, pues el ruso y el eslovaco son idiomas parecidos y, al menos, podía seguir la idea general de las conversaciones. Esa tarde quedó decidido que estaríamos en el departamento del T.
De camino a su casa Valery preguntaba a su tío más detalles de las protestas y, sobre todo, de las razones por las cuales la población no tuvo miedo de ser violentada. Entendí que, para la población, estaba claro el mensaje que Gorvachov enviaba al resto de los países del bloque socialista para que ellos llevaran a cabo su propia Perestroika. En este contexto, parece ser que hubo manifestaciones reprimidas en las capitales de ambas repúblicas, pero la población civil respondió con manifestaciones que se organizaron para manifestarse después de las jornadas laborales.
Según recuerdo, para resguardar la integridada de los manifestantes, en Bratislava se movilizó una organización llamada Verejnosť proti násiliu, cuyo nombre se tradujo al español como Ciudadanos contra la violencia. Al llegar a casa de T., la conversación prosiguió y sus hijos y esposa (de entonces), se involucraron para contarnos su experiencia en las marchas. Los chicos sacaron broches con el nombre de la asociación y me regalaron uno, que desde entonces y hasta el último día de mi estancia llevé en mi chaqueta.
Envueltos en la dinámica de nuestra vida estudiantil en Kiev, nos resultaba complicado comprender y aceptar que un cambio político tan grande hubiera surgido después de más de dos semanas de protestas pacíficas. Creo que esto se debió, de mi parte, a la costumbre de ver los asaltos sin sentido que cometían los estudiantes de la Universidad Autónoma de Puebla (hoy BUAP), mi experiencia consistía en verlos protestar de manera beligerante por temas que no concernían a la universidad, más bien al sindicato de Volks Wagen. Eso sí, asaltando camiones de refrescos, papas fritas y quemando camiones de transporte local.
Por su parte Valery vivía en un régimen política e ideológicamente represivo, tanto que entre los mismos estudiantes se fomentaba la denuncia incluso, por expresiones críticas contra Fidel Castro y el gobierno de su isla. Creo que, en el fondo, Valery y yo permanecimos incrédulos de los logros que los eslovacos creyeron alcanzar...
Gracias amiguita por compartir y hacernos recordar esos grandes tiempos. Un abrazo :-)
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