21 de marzo de 2018

La vida es lo que pasa mientras haces otros planes

Por Fabiola Martínez

Cuando vislumbré el principio del fin de mi época en la URSS, lo que me vino a la mente, primero fue regresar a Leningrado; y aprovechando que Valeri no lo conocía, le pedí ayuda a Martha para conseguir nuestras visas de traslado y garantizar acceso a la residencia sin huir de las bábushkas.
No recuerdo qué transporte usamos para llegar, lo que tengo presente es que me la quería pasar lo mejor posible.

Hicimos la visita aprovechando un fin de semana largo en octubre y quizás hasta pedimos un día de permiso extra. Martha y Víctor, excelentes anfitriones, ya tenían propuestas para visitar. Fuimos a un parque o jardín donde se exhibe la cabaña desde donde Pedro el Grande dirigió la construcción de la ciudad. La visita al sitio era atractiva porque los museógrafos, de alguna manera, se las arreglaron para hacernos vivir las condiciones pantanosas de la época al mismo tiempo que provocaban empatía y admiración por aquel  hombre de dos metros que vivió en la austeridad para alcanzar su objetivo.

A Valeri le entró el entusiasmo por visitar el histórico crucero Aurora, desde donde se dio la señal para iniciar la Revolución de Octubre, que cambió el rostro del siglo XX. Ese paseo no era mi hit, porque en Leningrado hay edificaciones y museos que, para mi gusto, valían más la pena. Pero también admito que la visita al Aurora era algo casi obligado por la relevancia histórica.

Durante ese paseo mis amigos nos dieron la sorpresa de haber comprado cuatro boletos para ver a Julio Iglesias. Yo me emocioné mucho porque, en sus buenos tiempos, él me gustaba, y en México ir a sus conciertos era pagar un dineral que no tenía ni quería darlo, mientras que en Leningrado la entrada costaba cuatro rublos.

Comentando sobre la visita del cantante, nos preguntábamos por qué un cantante conocido sólo en el habla hispana, querría arriesgarse a ir a un país donde lo que gustaba, como consecuencia de la Perestroika, era el Rock. Concluimos, acertadamente, que ese concierto estaría más lleno de latinos que de soviéticos. Dicho y hecho.

Regresamos a la residencia de mis amigos para comer algo y prepararnos para el concierto. Mientras Víctor preparaba su cámara, elaboraba el plan de ataque...

-Se van a acercar a Julio Iglesias y le pedirán autógrafo, o un saludo.
-Preparemos papel y pluma, por si acaso.
-Noooooo, bueno sí, para disimular, pero mi idea es que le roben un beso y yo les tomo la foto.
-¿En serio Víctor?
-Sí, ¿se imaginan la envidia que les tendrán en México con una foto así?
-No lo había pensado, le contesté.

El plan de Víctor sonaba bien para nuestras costumbres mexicanas, aunque en el plan le faltó el desmayo, los gritos y la histeria (creo que en ese tiempo las chicas todavía no aventaban ropa interior a sus ídolos musicales.

Recuerdo que yo traía de México la moda de poner gel en un costado del cabello dejando el resto suelto al natural. Valeri me lo criticaba, pero yo, como de costumbre, no le prestaba atención a esos comportamientos. Mientras me colocaba mi "plasta" de gel en el cabello, Valeri quiso exponerme frente a mis amigos.

-Martha, ¿tú qué opinas de que Fabiola se ponga eso en la cabeza?
-No le hagas caso Martha, lo que pasa es que le desagrada mi peinado.
-Bueno, contestó Martha a ambos, si a Valeri le disgusta que te pongas gel sólo en un pedacito de tu cabeza, úntate el frasco en toda la cabeza y santo remedio.

No pude evitar soltar la carcajada, fue una respuesta audaz y juguetona. Llegando al teatro, lindo y grande, luego de acomodarnos en nuestros asientos, Víctor repasó el plan, en tanto Valeri saludaba a sus compatriotas, pues el sitio estaba lleno de cubanos, entr otros latinos. Muchos de ellos iban en pareja.

Con gran solemnidad comenzó el show, lo que para los soviéticos era una especie de concierto. Honestamente quedé impactada, no sólo por la exquisita ropa y luces, sino por la colección de despampanantes coristas: rubia, morena, pelirroja y afrodescendiente. ¡Qué mujeres!

Mientras los soviéticos disfrutaban del concierto sin interrumpir (como marcan los buenos modales), los latinos aplaudíamos, cantábamos y gritábamos mientras los soviéticos nos veían con indignación. Los cubanos se veían contentos pero moderados, pues en el fondo estaban cometiendo un acto de deslealtad a la Revolución, ya que Julio Iglesias estaba prohibido en la Isla (este dato es real).

Mis amigos y yo pudimos ver a un Iglesias algo descompuesto por la falta de respuesta del público al que planeó conquistar, lo que al santo cantante no le advirtieron fue sobre los modales practicados por los soviéticos a la hora de ver una presentación. Sin olvidar que Julio Iglesias era poco cercano a lo que gustaba de aquello que provenía de "occidente".

Pero ya entrados en gastos, los latinos empezamos a pedir beso y autógrafo, cuando empezaron a formarse las chicas, Víctor nos mandó (a Martha y a mí) a realizar el plan. Hicimos todo lo planeado pero Iglesias sólo saludaba a los tres o cuatro soviéticos que se le acercaron. A los latinos sólo nos saludó y ya.

Regresamos a nuestros asientos derrotadas, pero en esos momento Valeri ya había armado mancuerna con unas parejas cubanas.
-¿Verdad que en Cuba, una mujer decente no hace lo que ella hizo? -mientras hablaba Valeri me señalaba.
-No chico, en Cuba habemos mujeres decentes. No le hacemos eso a nuestros hombres.

Con la mirada,  maté y reviví a la mujer para volver a matarla. ¿Qué clase de retrasada mental era?, ¿Acaso nunca ha visto un concierto aunque sea en la tele? Yo no estaba enojada, estaba encabronadísima. Desde ese momento Valeri me aplicó la ley del hielo, que duró pocas horas porque  era tal mi encabronamiento que al otro día decidió cambiar su táctica.

En mi país hay un dicho que reza, "las mujeres se unen a los hombres bajo la premisa: Yo lo voy a cambiar". "Y los hombres bajo el supuesto: "Ella no va a cambiar". Creo que el dicho aplica para los latinos y cubanos (léase con sarcasmo), porque si había una certeza en el mundo era que yo seguiría cambiando, porque maduraría, porque es parte de mi escencia: siempre con proyectos nuevos, con inquietud de vivir, de saber más, de conocer.

En el contexto de ese percance con Julio Iglesias, algo en mi interior me decía (y creo que también a él), que algo saldría mal, ¿qué?, sólo el tiempo nos lo diría.

En un lugar cercano a la cabaña de Pedro el Grande. 

Antes de subir al crucero Aurora.
Dentro del Aurora, en el segundo piso. Al fondo, el río Neva. 




5 comentarios:

  1. Muy bonito escribes y muy bonita eres, en que laton de la basura hechaste a mi compatriota Valery.

    ResponderBorrar
  2. Gracias por tu comentario. No comprendo bien el sentido de lo que dices respecto a Valery, pero hay relaciones que desde siempre, era necesario concluir.

    ResponderBorrar
  3. Perdoname Fabiola, eso es propio de Cubanos, meterse en donde no lo llaman, comentar, tener opion de todo. Eso que dije no tiene mucho sentido, y de verdad no quise ofenderte. Simplemente hice un comentario estupido en respuesta a lo que cuentas de la forma fea que se comporto. Yo no soy muy diferente a veces me porto feo tambien.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. En verdad no me ofendiste, por esa parte no te preocupes. Lo que pasa es que verdaderamente no comprendía, creo que intentaste decir que si me deshice de Valeri, sí, mal comienzo, mal final. Soy cuidadosa en tratar de comprender los pocos comentarios que recibo directo en el blog, por eso quise estar segura, sin problema. Saludos desde México.

      Borrar
  4. Tu has asistido a los encuentros de ex-estudiantes en Kiev? Yo quiero ir en Junio 8 para este nuevo encuentro. A lo mejor vas y te conosco en persona. Saludos. Silver.

    ResponderBorrar